Hay un videojuego del que solo existe una copia, contenida dentro de una llave USB
Jason Rohrer es un excéntrico y curioso diseñador de videojuegos. Tras comprar y decorar una memoria USB de 4 GB decidió que ésta iba a contener un videojuego diferente a todos los que han existido, Chain World. El juego únicamente estaría disponible en ese pendrive, sin posibilidad de jugarlo de ninguna otra manera. Solo una persona podría jugar en cada momento. El jugador modificaría el entorno del juego mientras progresa y, al morir en el juego, le pasaría el USB a otra persona que jugaría en el nuevo ambiente digital dejado por el anterior jugador.
En la mente del creador, este juego compartiría muchas características con la religión (una especie de arca de la alianza, mandamientos, anticipación mística, etc.). Esto fue antes de que el concepto del juego terminara mutando fuera de control. Le entregó la copia a un asistente (Jia Ji) a una conferencia sobre videojuegos, que decidió que lo mejor era publicitar el juego gracias a los expertos de la industria y subastar la oportunidad de ser el siguiente en jugarlo (con poco éxito). Otro jugador descubrió esta subasta y decidió participar para poder jugar y poner el juego otra vez en circulación. Los conflictos continuaron, con gente promoviendo las subastas como ayuda para causas benéficas y otros, como el propio Rohrer, condenando a quien se le ocurriese enviar el juego a un experto tras ganar la subasta.
Una empresa pagó 3.300$ para poder jugar a este videojuego. Ji prometió pagarles 1.000 para poder usarlo y los 2.000 restantes los donaría a causas benéficas. Publicó varios vídeos en los que se veía con la llave USB, en los que da pistas sobre la localización del juego. En el último dio la sensación de que lo había lanzado a la lava de un volcán hawaiano. Rohrer considera que esta última acción es una estrategia para confundir a la gente sobre dónde está ahora mismo el videojuego.