En el campo de prisioneros Stalag Luft III ocurrió la fuga más asombrosa de la IIGM
Durante la II Guerra Mundial, las fuerzas militares del III Reich instalaron y construyeron multitud de campos de internamiento para acoger al cada vez más creciente número de prisioneros de guerra que eran capturados en Europa. De todos estos campos, hubo uno especialmente famoso, ya que en él se desarrolló una de las fugas más asombrosas e ingeniosas de toda la guerra: Stalag Luft III. El campo se encontraba en Polonia, a 160 km de Berlín, y llegó a albergar a 11.000 prisioneros de guerra.
Los prisioneros que la Lutwaffe mantenía en Stalag Luft III y en los restantes campos asignados a su control recibían un trato digno. No eran obligados a desarrollar trabajos forzados, disponían de campos deportivos y ligas internas, e incluso disfrutaban de una piscina en los meses de verano.
Stalag Luft III destacaba por encima de todo en su seguridad: el campo había sido diseñado como una prisión a prueba de fugas, y los ingenieros alemanes que lo construyeron emplearon toda su astucia para evitar cualquier huida. Los barracones se habían construído a cierta distancia del suelo para evitar la construcción de túneles, pero por lo que se ve la medida no surtió efecto.
A través de una meticulosa organización, los prisioneros excavaron durante meses una serie de túneles, consiguiendo salir del recinto a un total de 76 presos la noche del 24 de marzo de 1944. El túnel principal fue apodado Harry. En principio estaba planeado que escaparan unos 200, pero dos acontecimientos desafortunados se lo impidieron. El primero, que la trampilla del túnel se congeló y tardaron hora y media en abrirla, por lo que comenzaron más tarde de lo previsto. Y el segundo, que la salida del túnel resultó estar tras la primera línea de árboles y no en medio del bosque. Por este motivo, se decidió que salieran 10 presos por hora, para evitar a las patrulals de la verja. El prisionero número 77 fue pillado in fraganti saliendo y se dio la alarma. Posteriormente 50 de los fugitivos fueron fusilados por orden expresa de Hitler, para que sirviera de escarmiento. Únicamente tres lograron burlar a los alemanes y salir del país.
En ello se inspiró la célebre película «La gran evasión«.