Los infames zoológicos humanos
Duraron hasta 1958
En la historia de la deshumanización del hombre, los infames zoológicos humanos destacan por su vileza. Se trata de sitios en los que se exhibía a personas para “diversión” del espectador. No hace mucho tiempo, seguían existiendo. Hasta 1958, para ser precisos.
Infames exhibiciones
El emblema más triste de esto fue la sudafricana Saartjie Baartman, conocida como la «Venus Hotentote». Nacida alrededor de 1780, fue llevada a Londres en 1810 y mostrada en ferias en Europa. Su gran atractivo eran sus nalgas. Luego fue enviada a París, donde la analizaron los antropólogos raciales en ciernes. Falleció en 1815. Su cerebro, esqueleto y órganos sexuales siguieron exhibidos en el Museo de la Humanidad de París hasta 1974. En 2002, sus restos fueron repatriados y enterrados en Sudáfrica.
A finales del siglo XIX y principios del XX sucedía algo a ambos lados del Atlántico. Se realizaron “recreaciones” de la vida en las colonias. Los visitantes podían vislumbrar la vida «primitiva».
El alemán Karl Hagenbeck, comerciante de animales salvajes, popularizó el negocio. Exhibía a samoanos, sami (laponeses) y a nubios del Sudán egipcio. Fue un espectáculo tremendamente exitoso en Europa.
En París, entre 1877 y 1912, se presentaron 30 «exposiciones etnológicas». Exhibían seres humanos traídos de las colonias. Incluso se llevaron 11 nativos del pueblo Selknam u Oma, de Chile,para exhibirse. Los indios patagónicos tehuelche eran obligados a «actuar» a diario, entre 1878 y 1900. El legendario «Buffalo Bill» Cody, organizaba espectáculos itinerantes. Los suyos del Lejano Oeste fueron otro ejemplo de estereotipo racial.
Consecuencias
Se enfatizaba las «diferencias» entre los «primitivos» y los «civilizados». Sucedió en Hamburgo, Copenhagen, Barcelona, Milán, Varsovia, etc. En 1906, la Sociedad Zoológica de Nueva York hizo exhibir al pigmeo congoleño Ota Benga. Lo puso en el zoológico del Bronx de Nueva York junto con simios y otros animales. Lo etiquetó como «El eslabón perdido». Querían ilustrar que, en términos evolutivos, los africanos estaban más cerca de los simios. Podo después, Ota Benga se suicidó pegándose un tiro en el corazón.
Se calcula que unas 35.000 personas fueron exhibidas. A la mayoría les pagaban: eran espectáculos, entretenimiento público. Pero siempre hubo rejas para reforzar la desigualdad.
Los infames zoológicos humanos finalmente cerraron. La última en cerrar fue la de Bélgica, en 1958. Pero su contribución al racismo actual estaba ya bastante extendida.