Los glaciares artificiales
Se le conoce como el Pequeño Tibet, y está al norte de la India. Se llama Ladakh. Es un inmenso desierto frío en el que habitan unas 274.000 personas. La gente vive de la agricultura y el ganado. Estas actividades se mantienen gracias al deshielo primaveral de los glaciares. Pero la temperatura global los está derritiendo. Las sequías se hacen más frecuentes. ¿Qué hacer? Eso se preguntó Sonam Wangchuk, ingeniero del lugar. Y se le ocurrió la idea de los glaciares artificiales, las estupas de hielo.
Otro ingeniero había construido cerca de las montañas unos terraplenes a distintas alturas. A modo de pequeñas presas, almacenaban el agua que en invierno manaba de los torrentes. Se creaban así unos glaciares artificiales planos, como piscinas congeladas. Pero el agua solía evaporarse antes de poder usarla. Le plantearon el reto a Sonam Wangchuk, a quien le gusta autodenominarse «solucionador de problemas».
Una nueva idea
Tras darle muchas vueltas se le ocurrió una idea. Construiría un glaciar artificial inspirado en una estupa, el santuario budista tan común en el Sudeste Asiático. Gracias a su forma cónica, la superficie expuesta al sol sería mínima. ¿Conseguiría así perdurar varios meses antes de fundirse?
Wangchuk empezó a trabajar en el primer prototipo de estupa de hielo en 2014. Y funcionó. «No se requiere electricidad ni ningún otro tipo de energía. La única fuerza que necesita para funcionar es la gravedad», afirma. Se trata de conducir el agua que fluye en invierno y hacerla descender por una tubería hasta el lugar donde se erigirá la estupa. En ese punto, la tubería acaba con un tramo vertical. En el momento en que se abre ese conducto, y debido al principio físico de los vasos comunicantes, el agua sale disparada hacia arriba, y tiende a alcanzar la altura del punto en el que fue recolectada. Liberando el agua por la noche helada, las gotitas que emergen a presión se congelan casi al instante. Caen en cascada formando una pirámide de hielo alrededor de una sencilla estructura hecha con ramas y troncos.
La primera estupa de hielo
En 2015, Wnagchuk recaudó 125.000 dólares. Así logró erigir con ayuda de todo el pueblo la primera estupa de hielo en la aldea de Fiang. Medía casi 20 metros de altura y se mantuvo congelada hasta abril. Entonces empezó a liberar durante dos meses hasta un millón y medio de litros de agua. Fue suministrada a 5.000 jóvenes álamos que al crecer forjaron un oasis de esperanza. Tras aquel éxito, en 2016 obtuvo el Premio Rolex a la Iniciativa, Wangchuk acometió su siguiente reto: construir en Ladakh otras 20 estupas de hielo, de 30 metros de altura cada una. Trataba de reverdecer ese desierto que se extiende por las faldas del Himalaya.
Pero no solo en este territorio se beneficiarán de los glaciares artificiales. El invento interesa en muchos lugares del mundo. También en Europa, donde construyó su primera estupa de hielo en los Alpes suizos el año pasado. Este 2020 trabajará en la recongelación de un lago glacial en Sikkim para detener las inundaciones repentinas.
La belleza de esta idea reside en su simplicidad, suele afirmar Wangchuk. Una simplicidad que, como supuestamente dijo otro gran inventor, Leonardo da Vinci, es la mayor de las sofisticaciones.