Las empresas apuestan por la carne creada en laboratorio, pero no saben cómo venderla
El consumo de carne produce un debate ético, además de ser uno de los principales productores de contaminación del mundo, por lo que muchas personas han optado por eliminar los animales de su dieta. Tanta gente que, de hecho, no es imposible pensar en un futuro donde la carne cultivada en el laboratorio forme parte de nuestra dieta.
Pero hay un factor importante que estas compañías no han tenido en cuenta: el rechazo social a la carne creada en el laboratorio. Es decir, ¿cómo harán las empresas para que las personas se acostumbren a este concepto tan desagradable?
Desafortunadamente, nuestro cerebro es tan sofisticado que el hecho de comer algo no proviene solo de la experiencia sensorial del propio alimento, sino también de la idea que tenemos sobre él. Es como si te dijeran que has sido engañado toda tu vida y los muffins de chocolate están hechos de excrementos. ¿Volverías a probarlos?
Esto se debe a que la evolución ha endurecido nuestros cerebros para hacer que la comida parezca repulsiva si pudiera enfermarnos o matarnos. Como resultado, si un alimento no se ajusta a nuestras expectativas de lo que se supone que debe saber, nuestro cerebro lo rechaza involuntariamente.
«Estamos programados para asegurarnos de que no estamos ingiriendo veneno, para asegurarnos de que no estamos algo que ha sido contaminado, o incluso algo que sea bajo en calorías», afirma Ali Bouzari, científico culinario.
Esto es un problema para la industria de la carne creada en laboratorio, ya que ha ido invirtiendo miles de millones de dólares en este concepto. Y con esta barrera, uno podría pensar que las compañías cárnicas están pensando en alguna estrategia de comunicación para acercar este producto al público.
Por ejemplo, una estrategia es la de Wild Earth, que quiere elaborar alimentos para perros a partir de proteínas que provienen del koji, el hongo que los cocineros japoneses han estado utilizando durante siglos para producir salsa de soja, miso y sake. Alimentados solo con agua y azúcar, los subproductos de proteínas del koji se filtran hasta formar una pasta espesa que se puede hornear para hacer las croquetas típicas del pienso del perro. Según la reportera de NeoLife, Grace Rubenstein, «tiene un sabor denso, crujiente y terroso, con un saber parecido al de una galleta de centeno».
Esperan demostrar, con el tiempo, que los canes, con este alimento sin carne, tendrán tasas más bajas de enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Tras ello, el siguiente paso será cultivar carne de ratón en el laboratorio para convertirla en comida para gatos, y, dicen, acostumbrar a la gente al concepto. Creen, que si los humanos ven como sus mascotas aceptan esta carne, ellos serán los próximos.