La tortuosa práctica de vendar los pies a las mujeres chinas
El vendaje de pies, una costumbre practicada en algunas partes de China durante más de mil años, consistía en aplicar una venda ajustada a los pies de las niñas para reducir su tamaño y prevenir su crecimiento. Esta práctica que martirizó a las mujeres chinas durante siglos, se inició con la dinastía Tang (618-906). En sus inicios, las bailarinas se vendaban los pies para realzar la gracia de sus movimientos. En el siglo XVI esta «moda» se había extendido e impuesto a todo el territorio chino, principalmente, en las clases sociales altas, puesto que el vendaje impedía realizar trabajos físicos. Con el tiempo el vendaje de los pies fue evolucionando y las técnicas, cada vez más tortuosas, se fueron perfeccionando para lograr unos pies cada vez más pequeños y deformes denominados «pies de loto».
En china los pies de loto, unos pies deformados tras un doloroso proceso de vendaje que se iniciaba en la infancia y acababa en la pubertad, eran un símbolo de belleza, erotismo, sumisión y castidad. Los pies pequeños eran considerados como la máxima expresión de sensualidad: el encanto por excelencia en una mujer. Cualquier joven con los pies pequeños tenía las mejores perspectivas de un matrimonio ventajoso.
Había toda una clasificación para los pies de loto, se denominaban lotos de oro cuando su longitud era de 7,5 cm, lotos de plata si su longitud se extendía hasta los 10 cm y lotos de hierro a los pies rebeldes que medían más de 10 cm. Los pies de loto no debían sobrepasar los 9 cm de longitud. Debían ser delgados, pequeños, agudos, curvos, fragantes, suaves y simétricos.
Para comenzar el proceso de vendaje de los pies, la vendadora empapaba suavemente los pies de la niña en una solución de sangre animal y hierbas. Sus uñas eran arregladas y cuidadas, y sus pies masajeados a fondo. Una vez que la piel se suavizaba y los músculos se relajaban, la vendadora enroscaba los dedos de los pies de la niña hacia abajo, hacia la planta del pie, más allá de lo que los huesos permitirían, rompiendo las falanges de la niña y formando una especie de puño retorcido. No había manera de aliviar el dolor durante este proceso, por lo que se requería que la vendadora hiciera caso omiso a cualquier grito de agonía.
A continuación, rompía el arco plantar (el puente). Las vendas eran apretadas tan firmemente como fuera posible, dibujando la bola y el talón del pie cada vez más cerca y disminuyendo el extremo del pie en un sólo punto. Las envolturas eran cosidas a fondo permitiendo ajustarlas a medida que se secaban.
Después, los pies de la niña se desenvolvían periódicamente para limpiar las grietas, recortar sus uñas y eliminar cualquier carne muerta. La cuidadora del pie podía optar por arrancar las uñas del pie si estas se estaban convirtiendo en focos de infección. A veces, un dedo del pie o dos se caían durante este proceso, dejando más espacio para la remodelación. Los pies de la niña se envolvían nuevamente con más fuerza que antes, lo que provocaba que su planta se redujera aún más, mientras los huesos se fusionaban lentamente. Ocasionalmente los pies de la niña se ulceraban, y el envenenamiento de la sangre y la gangrena eran una causa de preocupación, pero se estima que el 90% sobrevivieron al proceso.
Una vez que los pies alcanzaban su objetivo miniatura de 7.5 centímetros, los vendajes feos eran adornados con zapatillas de seda bordadas. Cuando una dama con los pies de loto perfectos era presentada en la sociedad se convertía en una compañera codiciada. Sus pies re-configurados se hacían evidentes por su particular manera de caminar: un balanceo muy distinguible que llegó a ser conocido como el Andar de Loto.
Una mujer de pies de loto no sólo era codiciada por su forma de locomoción, ya que sus lesiones también evitaban que vagara lejos de casa. Estas mujeres tendían a renunciar a la participación en la sociedad y en la política debido a su reducida movilidad, y se convertían en dependientes de sus maridos y familias para el resto de sus vidas. A pesar de su alto nivel cultural, su existencia consistía en poco más que la reclusión doméstica.
Aunque algunos reformadores cuestionaron la práctica, pero no fue hasta a principios del siglo XX cuando se empezó a considerar una práctica bárbara y arcaica. El vendaje de pies persistió en las zonas rurales hasta que, en 1949, fue definitivamente prohibida por el nuevo gobierno comunista de Mao. Al iniciarse el siglo XXI, las pocas mujeres con «pie de loto» que quedan en China, son ancianas con importantes problemas de movilidad y necesitan cuidados y asistencia continua.