La plaga de conejos que asola Australia
El problema lo causó Thomas Austin, un colono inglés, en 1859. Importó dos docenas de conejos salvajes de Inglaterra, hacia Australia. Y los liberó para la caza deportiva en su granja de Victoria. No podía imaginar lo que empezó. Por eso existe ahora la plaga de conejos que asola Australia.
En apenas tres meses los conejos se habían extendido a lo largo de más de dos mil kilómetros. Austin anotaba en su diario sus propias estadísticas. Siete años después de liberar a los conejos abatió un total de 14.253.
Sobrepoblación inmediata
Los conejos no tenían depredadores naturales allí. Por eso se multiplicaron velozmente. Una de las primeras medidas fue importar un depredador natural: el zorro rojo. El problema fue que ellos prefirieron cazar koala. Al punto que casi los extinguen.
En 1900 las autoridades dieron un paso más. Levantaron una valla de 1.700 kilómetros. Esperaban impedir el paso de los conejos a la parte occidental de la isla. El método fracasó.
En la década de los veinte del siglo pasado ya había unos 10.000 millones de conejos silvestres.
Tres décadas después decidieron importar una enfermedad que acababa con la vida de los conejos sudamericanos. Era la la mixomatosis, una enfermedad infecciosa. En 1950 se probó con éxito este virus. Millones de conejos sucumbieron. Pero con el tiempo, desarrollaron inmunidad. Por lo tanto, la población volvió a repuntar.
Nuevos virus letales
En 1995 unos investigadores de la isla de Wardang (Australia) experimentaron con un virus nuevo. Propagaron una enfermedad hemorrágica, un microorganismo que diezmó hasta un 60% la población de conejos silvestres australianos. Se trata de un virus tan contagioso como el de la gripe humana y tan letal como el ébola. En el 2017 el gobierno utilizó una nueva variante. Es un virus que transporta un patógeno hemorrágico descubierto en Corea del Sur.
A pesar de todo, la plaga no está controlada. La plaga de conejos que asola Australia sigue siendo un problema. En algunas zonas de Australia hay leyes drásticas al respecto. Por ejemplo, sobre la prohibición de tener o vender conejos. Se considera una práctica delictiva penada con hasta seis meses de cárcel y una multa de 44.000 dólares.