Cuando se trata de vitaminas y minerales, cuantos más mejor, ¿no? Pues no es del todo exacto.
Aunque puede ser saludablemente tentador tomarse una bebida llena de vitamina C, realmente tu cuerpo puede no procesarlo todo. Además, una dieta equilibrada ya lleva suficientes vitaminas B, C y E para mantener tu cuerpo funcionando sin problemas.
Pero hay una que sí merece la pena tomarla como suplemento: la vitamina D.
Aunque la cantidad que nuestro cuerpo es capaz de utilizar de esta vitamina es todavía un misterio, la vitamina D es difícil de conseguir a partir de los alimentos. En ese caso, un suplemento puede ser útil.
Pero técnicamente, existen dos tipos de vitamina D diferentes: D2, que proviene principalmente de los suplementos y los alimentos, y el D3, que proviene del sol; su importancia es clave, ya que ayuda a la resistencia ósea (se empareja con el calcio), es utilizado por nuestros músculos, y también ayuda a que nuestro sistema inmunológico pueda combatir las infecciones.
Diversos estudios han encontrado que las personas que han tomado la vitamina D como suplemento llevan una vida más larga y saludable, y que previene enfermedades como la osteoporosis.
¿Cómo conseguirlo?
La exposición al sol nos ayuda a producir vitamina D, pero también se encuentra en los pescados grasos como el salmón y el atún. Aún así, hay pequeñas cantidades en el hígado de la vaca, en el queso o las yemas de huevos.
La dosis diaria recomendada de vitamina D para la mayoría de adultos sanos es de 600 UI (herramienta de medición para las vitaminas solubles en grasa), de los cuales una porción de leche tiene alrededor del 25% de la cantidad diaria. Mientras que el Instituto Nacional Estadounidense de Salud recomienda dicha cantidad (que sería equivalente a 15 mcg), afirman que la mayoría de los adultos pueden llegar a tomar 4.000 UI de forma segura.
Pero no te pases. Superar dicho límite está vinculado con vómitos, estreñimiento, debilidad y pérdida de peso, y es casi siempre relacionado con el exceso de suplementos.
