El bosque de los suicidas: Aokigahara
Está en Japón
Existe en Japón un bosque tenebroso y célebre. Su triste fama se debe a que es el lugar elegido por muchos suicidas. Se sitúa en la base del monte Fuji. Es el bosque de Aokigahara. Se le conoce por el sobrenombre de Jukai, o «mar de árboles». Se trata, nada más y nada menos, que el bosque de los suicidas.
A lo largo del bosque abundan carteles que intentan disuadir a los posibles suicidas. Es un bosque muy silencioso y oscuro. No hay señal de celulares. Hay una muy escasa vida silvestre y la zona está cuajada de cavernas. Es tan fácil perderse que los excursionistas que penetran en él suelen dejar cintas de colores atadas a los árboles. Esperan facilitar el regreso a los suicidas arrepentidos que en él se internan. El bosque de Aokigahara es uno de los lugares de Japón donde más suicidios se cometen.
¿Cómo empezó a ser el bosque de los suicidas?
Algunos creen que los orígenes de esta siniestra «fama» como lugar de suicidios se remontan al siglo XIX. Las familias pobres abandonaban a sus ancianos o familiares enfermos en el bosque para que murieran. Era una forma de «eutanasia» que en japonés se llama ubasute. Se llegó a escibir algo llamado El manual completo del suicidio, un libro de 1993 escrito por Watary Tsurumi. Menciona al bosque y actualmente prohibido en el país.
Algunos lo llaman Jukai, «mar de árboles», donde es muy fácil perderse. Aquí resulta difícil orientarse ante la imposibilidad de utilizar brújulas, GPS o teléfonos móviles.
El bosque cuenta con un grupo de voluntarios que recorren sus caminos. Van buscando los cuerpos de las personas que decidieron acabar con su vida. Hay muchos que se dan por perdidos y pasan días, meses e incluso años antes de ser encontrados. No es raro hallar a los pies de los árboles flores y pequeños santuarios. Los depositan los familiares de los fallecidos en los lugares donde fueron encontrados sus cuerpos.
El aislamiento, problema clave
En un documental realizado por geólogo Azusa Hayano, éste camina por el bosque en busca de los rastros que dejaron sus visitantes. «Cuando encuentras una tienda de campaña olvidada, significa que la persona que fue al bosque todavía estaba luchando con la idea. También puede ser que no se haya encontrado el cuerpo». Pero lo más importante de su trabajo es localizar a las personas. Y tratar de convencerlas de que vale la pena seguir viviendo.
«El aislamiento es la principal causa para la depresión y el suicidio», dijo Wataru Nishida, psicólogo de la Universidad Temple de Tokyo. Los kamikazes y la tradición japonesa del harakiri se esgrimen ahora como las razones que justifican esta problemática. La cultura alrededor del suicidio podría ser para Nishida, un factor. Pero la explicación más plausible que da para para poder entender este fenómeno es que en Japón la tradición cristiana no está muy arraigada, por lo que suicidarse nunca ha sido un pecado. Es más, en la sociedad japonesa suicidarse se ve como una manera de asumir una responsabilidad. Lo cierto es que en Japón, el suicidio es la principal causa de muerte entre los hombres de entre 20 y 44 años, cifras que se dispararon con la crisis financiera de los años noventa.
El bosque de los suicidas seguirá siendo tenebroso. No solo por el recuerdo triste de todo lo que sucedió allí. Sino también por lo que ofrece en el presente, y que ofrecerá mucho tiempo más: un lugar para los suicidas. Un lugar para morir.