Meteoritos de hierro enterrados bajo el hielo de la Antártida
El hielo de la Antártida sin duda parece ser que está ocultando un gran secreto. Recientemente, los científicos descubrieron que la zona oriental de este páramo helado guardaba el sistema de cañones más grande del mundo, con el doble de tamaño del Gran Cañón. Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Communications sugiere que varios meteoritos de hierro ocultos se puede encontrar a no más de medio metro por debajo del hielo, lo que podría preservar la historia registrada de la formación de nuestro sistema solar.
La Antártida es un reconocido colector de meteoritos, principalmente por dos razones: en primer lugar, los meteoritos tienden a ser de color oscuro, haciendo que sean fáciles de identificar en las llanuras blancas del continente austral; en segundo lugar, los meteoritos antiguos que durante mucho tiempo han sido enterrados bajo el hielo se mueven hacia la superficie del hielo, que fluye hacia arriba. Esto sucede cuando un glaciar se ralentiza de repente, haciendo que el meteorito se concentre en la superficie, a menudo cerca de las cordilleras, en zonas conocidas como «zonas de varada de meteoritos».
No es de extrañar, pues, que alrededor de 35.000 muestras de meteoritos, más de dos tercios de la cantidad total recogida alrededor del mundo. La gran mayoría provienen de la Luna y de Marte, y por ende, es más fácil encontrar meteoritos rocosos que de hierro.
Aún así, y como los meteoritos deben de ser distribuidos uniformemente a todo el mundo para que sean analizados, los científicos han tratado de solucionar el déficit de muestras de meteoritos de hierro frente a la enorme cantidad de meteoritos rocosos. Con el fin de resolverlo, un equipo de investigadores de la Universidad de Manchester creó un nuevo experimento para mirar si estos meteoritos de hierro podrían estar, en realidad, escondidos bajo el hierro.
El equipo encerró dos meteoritos, uno de piedra y otro de hierro, en un bloque de hierro dentro de una cámara con temperatura controlada, y los expuso a una lámpara que simulaba la luz que recibía la Antártida del Sol.
Aunque en ambas muestras el hielo se derritió lo suficiente, el meteorito de hierro se hundió 1,6 veces más rápido que el meteorito rocoso. La composición metálica del meteorito de hierro significaba que era capaz de conducir el calor de manera más eficiente, lo que permitía que se derritiese mejor.
Con el fin de confirmar sus hallazgos, los investigadores aplicaron este modelo de calefacción en la montaña Frontier, una conocida ‘trampa’ de meteoritos. Sus simulaciones por ordenador mostraban que, en razón de lo anteriormente comentado, los meteoritos de hierro eran atrapados debajo del hielo.
«Cada uno de estos meteoritos de hierro podrían representar la estructura interior de un protoplaneta que nunca llegó a su tamaño natural», afirma la doctora Katherine Joy. «Esto significa que, gracias a su búsqueda, podemos tener acceso a los núcleos de los cuerpos planetarios que ya no existen».