Un beso lo percibimos como un acto de saludo, cariño, atracción, amor o despedida. Sin embargo, para el gurami besador (Helostoma temmincki), no es un acto de amor ni nada parecido, sino de defensa, pelea y muerte. Son peces tropicales, originarios de la India, Tailandia, Indonesia o Malasia. Habitan en charcas poco profundas, arrozales, pantanos o lagos inactivos, con gran cantidad de plantas y restos vegetales en estado de putrefacción.
El gurami besador es un pez fuertemente comprimido lateralmente, de color blanco marfil. Sus labios son similares a los de los humanos, gruesos y flexibles, y están adaptados a la lucha. En cautividad, o en su hábitat natural, los machos guramis defienden su territorio con un beso de la muerte. Ambos se enzarzan en peleas que consisten en sujetarse mutuamente por los labios hasta que uno de los dos cede.
“Sí, en ocasiones, se pelean ‘besándose’. Sin embargo, son muy pacíficos con otras especies dentro de un acuario. Comen algas y algún pequeño invertebrado”, confirma Javier Alonso Martín, departamento de Educación de Faunia, parque temático de la naturaleza, ubicado en España.
La lucha entre dos guramis besadores comienza y termina con lo que aparentemente es un beso. No obstante, la escena engaña. Los machos no se besan, sino que se muerden con sus dientes esmaltados y con forma de cuchara, hasta que uno de ellos acaba con los labios destrozados. A este último el daño le impide comer y acaba muriendo por inanición.
En cambio, los dientes faríngeos del gurami besador tienen una función más pacífica. Tienen un oído muy agudo y mediante la molienda de estos dientes emiten unos sonidos característicos, que utilizan para comunicarse.
Una hembra madura de estos peces puede depositar hasta 5.000 huevos, pero la reproducción en este tipo de peces es muy difícil, ya que estos peces no cuidan de la puesta y dejan los huevos flotando a la deriva desprotegidos.
