La mayor tormenta eléctrica de la historia
Volcán de Tonga
Tuvo cientos de veces más potencia que una bomba atómica. El 2022, el volcán Hunga desencadenó la mayor tormenta eléctrica de la historia. Arrojó 9,5 kilómetros cúbicos de roca fundida y vaporizó 146 teragramos de agua. Es suficiente como para llenar 58 000 piscinas olímpicas.
La nube de hongo se elevó a 57 kilómetros de altura. La mitad de camino hacia el espacio. Apareció un enorme anillo de rayos que se expandía desde el epicentro de la erupción a unos 180 kilómetros por hora. Llegó a generar la asombrosa cifra de 2600 rayos por minuto en su punto álgido. La mayor tormenta eléctrica de la historia.
Agua en la atmósfera
Una tormenta media de baja intensidad puede tener un relámpago por minuto. En las grandes supercélulas, las que provocan tornados, la frecuencia de los relámpagos es de cientos por minuto. En el evento de Hunga ocurrió algo superlativo. Se registraron relámpagos a una altura varios kilómetros más de lo que nunca se creyó posible. Los investigadores lo atribuyen a las copiosas cantidades de agua de mar caliente inyectadas en la atmósfera.
Otra característica inusual de la erupción del Hunga son las ondas gravitatorias. Se producen cuando un detonante (como gases volcánicos extremadamente calientes) empuja el aire hacia arriba o hacia abajo. Pueden ser más flotantes que la atmósfera circundante, lo que crea capas distintas, como el aceite y el agua.
Un objeto normal caería directamente hacia abajo tras alcanzar su altura máxima. Pero en este caso el penacho queda atrapado por encima de la capa de atmósfera normal. Al caer, la gravedad fuerza el penacho horizontalmente, creando olas como ondas en un estanque. El vapor de agua se enfría formando granizo. Los trozos de hielo acumulan electricidad estática al rozarse entre sí. Esto produce una mayor frecuencia de rayos y relámpagos.
Misterio volcánico
Pero sigue habiendo muchos misterios. Hay un punto en el que el anillo del rayo parece disiparse. Y entonces el agujero del donut vuelve a llenarse con miles de destellos. «No tenemos ninguna respuesta» para el agujero de donut, dicen los investigadores. «Para eso habrá que esperar probablemente muchas erupciones más».