La lucha entre gaviotas y ballenas
Curiosamente, un animal tan pequeño (en comparación) como una gaviota, es capaz de herir de muerte a una ballena. Esto es lo que ocurre en la Península Valdés, en la Patagonia argentina.
Las gaviotas arrancan con su pico trozos de carne y grasa cuando las ballenas sacan su lomo a la superficie para respirar.
Ana Fazio, investigadora del CONICET, ha realizado un estudio sobre este comportamiento: «Las gaviotas les producen heridas, ulceraciones circulares, que pueden convertirse en una vía de entrada de agentes patógenos. Además, al no tener piel, pueden perder la temperatura corporal».
Lo más curioso es que este comportamiento es que las gaviotas tienen suficientes alimentos, ya que en la zona no faltan basurales a cielo abierto ni áreas de descarte de pescado. Parece que es un comportamiento aprendido.
Por otra parte, las ballenas han aprendido a evitar, al menos en parte, estos ataques. Si normalmente alcanzan la superficie primero con la cabeza y luego con el lomo para coger aire, en esta zona salen a la superficie formando un ángulo de 45 grados con el agua, el tiempo suficiente para coger aire, y se vuelven a sumergir sin llegar a sacar el lomo, de forma que es muy difícil para las gaviotas alcanzar su objetivo, ya que la cabeza de las ballenas es bastante más dura que el lomo.
Según señala Ana Fazio, este tipo de comportamiento, al que llamó respiración oblicua, sólo está presente en las ballenas de Península Valdés. La investigadora también observó que «cuando la ballena hace esta respiración oblicua, la gaviota se queda boyando o planeando y no ataca».