La fidelidad en los animales
Los lémures y otras parejas monógamas
No solo los humanos formamos parejas a largo plazo. Algunos murciélagos, lobos, castores, zorros y lémures también. Y el cerebro tiene mucho que ver, según una publicada de la revista ‘Scientific Reports‘. Sugiere que los circuitos cerebrales que provocan que el amor dure difiere según las especies. La fidelidad en los animales depende del azar cerebral.
Monogamia vs poligamia
La investigación compara especies monógamas y promiscuas dentro de un grupo estrechamente relacionado de lémures. Las parejas de lémures de vientre rojo y los mangosta se mantienen juntas año tras año. Incluso trabajan juntos para criar a su prole y defender su territorio. Se pasan gran parte de su tiempo acicalándose o acurrucados el uno junto al otro. Sus relaciones duran un tercio de su vida. Otras especies de lémures cambian de pareja a menudo.
En general, para los biólogos la monogamia de los mamíferos es un misterio. Solo del 3 al 5% son monógamos. Pero el 90% de las especies de aves practican alguna forma de fidelidad a una pareja. «Es una práctica poco común», señala Nicholas Grebe, de la Universidad de Duke. Es autor principal del estudio.
¿Qué mecanismo está detrás de esto? Se apunta a dos hormonas liberadas durante el apareamiento. La oxitocina y la vasopresina, y cómo ambas actúan en el cerebro, definiendo la fidelidad en los animales.
Las hormonas del amor
Se comparó a los roedores topillos de la pradera (monógamos) con los topillos de montaña (promiscuos). En los primeros, la oxitocina y vasopresina se acoplaban en partes del sistema de recompensa del cerebro. ¿Ocurre así en los demás casos? Mapearon los sitios de unión de la oxitocina y la vasopresina en los cerebros de 12 lémures. La oxitocina y la vasopresina actúan en distintas partes del cerebro en los lémures.
Entonces, ¿qué pueden enseñarnos los lémures sobre el amor? «Probablemente hay varias formas diferentes a través de las cuales se crea una instancia de la monogamia dentro del cerebro. Y eso depende de los animales que estemos mirando. Están sucediendo más cosas de las que pensamos originalmente», afirma Grebe. La oxitocina puede ser una «poción de amor» para los topillos de la pradera. Pero otros factores ecológicos pueden influir, creando vínculos duraderos en los lémures y otros primates, incluidos los humanos. Es por ello que la magia del amor aún sigue siendo un misterio. Al menos, para la ciencia.