La evolución es reversible: hormigas tortuga soldado
Las hormigas tortuga soldado son un excelente laboratorio de evolución en sí mismas. Y demuestran que la evolución es reversible. Suelen habitar los árboles. Lucen cabezas brillantes y de gran tamaño, que usan para bloquear las entradas de sus nidos. Lo excepcional es que sus cabezas se adaptan para funcionar como puertas perfectas.
Las formas de sus cabezas varían. Algunas son algo más redondas. Otros son cuadradas, y se ensamblan en bloqueos de varios miembros como un ejército espartano. Esto explica cómo evolucionan las especies para llenar nichos ecológicos.
Ida y vuelta evolutiva
«Por lo general, uno pensaría que una vez que una especie se especializa, queda atrapada en ese nicho muy estrecho». Lo dice en un comunicado Daniel Kronauer. Es jefe del Laboratorio de Evolución y Comportamiento Social de Rockefeller. «Pero las hormigas tortuga son un caso interesante de una trayectoria evolutiva muy dinámica. Con mucho de ida y vuelta».
La forma y el tamaño de la cabeza de una hormiga tortuga soldado está dictada por el tipo de túnel que ocupa la especie en cuestión. Las hormigas no cavan los túneles. Se trasladan a los excavados por escarabajos de madera. Un túnel de bajada podría ser demasiado grande o demasiado pequeño, dice Kronauer. Por lo que las hormigas se diversifican rápidamente para poder ocuparlo. Es decir, sus cabezas se van adaptando al agujero, a fin de funcionar como un bloqueo específico.
Evolución flexible
El análisis evolutivo de estas hormigas demuestra un rasgo sorprendente. El ancestro común más antiguo tenía una cabeza cuadrada. Ese antepasado pasó a formar una variedad de especies, con diferentes niveles de especialización. En algunos casos, especies más especializadas invirtieron la dirección con el tiempo. ¿Qué significa esto? Que la evolución es reversible, por supuesto. Así, las hormigas evolucionaron de nuevo a formas de cabeza más generalistas.
El hallazgo muestra muy bien lo sorprendentemente flexible que puede ser la naturaleza. Se puede adaptar la forma de un organismo al contexto del medio ambiente que ocupa.
«El espacio con el que la evolución tiene que jugar es en realidad bastante más grande de lo que se pensaba», agrega Kronauer.