La danza de guerra suricata
Nada de Hakuna Matata
Hay que decirlo. Los suricatas son especialmente célebres luego de su “salto” a la pantalla grande. En “El Rey León”, aparecen como bufones y ciertamente pacifistas. Pero la naturaleza no es pacifista. Allí se vive una permanente batalla. Por eso estos animales también desarrollaron estrategias para amedrentar a sus rivales. Una de ellas es la danza de guerra suricata.
Bailando para asustar
Un nuevo estudio revela que los clanes de suricatas realizan algo que llamaron «la danza de guerra suricata» para aparentar la fortaleza del grupo. Así asustan a sus oponentes y proteger su territorio. Se publicó eso este martes en la revista « Proceedings of the Royal Society B». La investigación se llevó a cabo por el University College London (UCL) y la Universidad de Cambridge. Tuvo en cuenta cientos de enfrentamientos entre grupos rivales, poniendo de manifiesto que estos encuentros se vuelven muy violentos e incluso acaban con muertes.
El estudio revela que en más de la mitad de las interacciones (concretamente en el 64,7% de los casos) los clanes de suricatas hacen este «baile de la guerra». Los animales muestran su cola erecta además de hinchar su pelaje. Posiblemente buscando el objetivo de que el grupo parezca más grande de lo que realmente es.
«Las interacciones entre grupos nunca son tolerantes. La mayoría involucra alguna forma de agresión», afirma Mark Dyble, autor principal y antropólogo evolutivo primero en el UCL y anteriormente de la Universidad de Cambridge. «Incluso cuando no se produce violencia física, los encuentros pueden tener consecuencias territoriales. Los clanes perdedores se trasladan a madrigueras más cercanas del centro de su territorio. Se reduce su radio de acción. Y los grupos ganadores se mueven a hogares más alejados del epicentro de su superficie (aumentado su dominio)».
La estrategia de los feroces suricatas
Los suricatas viven en grupos estables y altamente sociales. Mantienen altos niveles de cooperación. Cada clan está compuesto por unos 20 miembros y hay un macho y hembra dominantes. Esta pareja será la que monopolice la reproducción, siendo progenitores de más del 80% de los descendientes del grupo.
Al igual que muchos carnívoros, los suricatas utilizan sus heces para marcar sus territorios y otras ubicaciones importantes en los límites de sus dominios. Los grupos trabajan para defender su espacio. A menudo esto provoca «guerras» con sus vecinos. Según han podido comprobar los investigadores, a partir de este momento se dan seis comportamientos diferentes. Primero se da la observación; después se persigue al grupo rival; a continuación llegaría la danza ritual (la danza de guerra suricata); para retirarse acto seguido; se continúa excavando en las madrigueras de los grupos rivales; y, finalmente, se acaba en la pelea o el contacto físico agresivo. Toda esta situación transcurre e unos 20 minutos.
En la gran mayoría de los casos las agresiones terminaron con la retirada de uno de los dos grupos antes del contacto físico directo (86%). Sin embargo, en algunos encuentros esas interacciones resultaron en peleas con al menos un suricato asesinado (9%).
Quiénes son los conflictivos
En general, los investigadores encontraron que casi la mitad de todas las agresiones entre grupos fueron iniciadas por el macho dominante (48%). Lo sigue la hembra dominante (15%), el suricata subordinado (14,5%) y, finalmente, la hembra subordinada (12%). Además, los clanes de suricatas con más miembros y cachorros tenían más probabilidades de ganar.
Para el estudio, se recopilaron datos entre enero de 2008 y febrero de 2019. Es parte de un estudio de comportamiento a largo plazo de suricatas salvajes en el Proyecto Kalahari Meerkat (Sudáfrica). El desierto de Kalahari es un ambiente semiárido donde la lluvia y la temperatura varían dramáticamente. La población de estudio normalmente era de 10 grupos de un tamaño promedio de aproximadamente 20 individuos.
Además de observar el propio comportamiento de los suricatas, el estudio pretende establecer paralelismos con la violencia humana. «Si queremos comprender completamente la violencia en las sociedades humanas, debemos comprender sus raíces evolutivas. Esto requiere que comprendamos por qué otros grupos de animales luchan, y qué ganan o pierden al hacerlo. Demostramos que aunque la agresión entre grupos de suricatas solo ocasionalmente resulta en la muerte de un individuo, ganar peleas con grupos vecinos es fundamental para mantener un territorio. En el duro semidesierto del Kalahari, un territorio de buena calidad es fundamental para la supervivencia de un grupo y el éxito a largo plazo», sentencia Dyble.