En una pequeña isla japonesa, antes usada para pruebas de guerra química, ahora viven cientos de conejos en libertad
Okunoshima es una pequeña isla situada en el mar interior de Japón. Es conocida también como Isla de los Conejos debido al gran número de conejos salvajes que la habitan.
Debido a su situación apartada, los japoneses decidieron construir en Okunoshima una fábrica de armas químicas entre 1927 y 1929. Debido a que esto estaba prohibido por el protocolo de Ginebra de 1925, la planta se mantuvo en secreto. En estas instalaciones se fabricaron toneladas de gas mostaza y lacrimógeno. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, los japoneses se deshicieron del gas quemándolo o enterrándolo.
Tras la guerra, en un movimiento para reabilitar la isla, se decidió liberar muchos conejos ahí. Está prohibido cazarlos, y gatos y perros no pueden pisar Okunoshima.
Además, en la isla se encuentra el Museo del Gas Venenoso, que narra la peligrosa historia del lugar.