El misterio de la isla brasileña invadida por sapos deformes cururú
Ubicado en aguas del Océano Atlántico, frente a la costa brasileña, encontramos un archipiélago cuyas islas albergan una belleza insuperable: Fernando de Noronha. Sin embargo, bajo su cielo intensamente azul y entre las aguas cristalinas color esmeralda, viven unas criaturas que poco tienen que ver con la fauna típica de las islas paradisíacas: los sapos deformes de la especie cururú (Proceratophrys cururu). Lo más curioso de todo es que nadie sabe como llegaron hasta la isla. Los anfibios de apariencia torpe y piel granulosa, invadieron la isla hace varias décadas y ahora, casi la mitad tienen malformaciones en las extremidades, los ojos y la boca. Algunos no tienen patas, a otros les faltan o le sobran dedos o los tienen deformes y cerca del 20% de los sapos deformes están parcialmente o completamente ciegos. Algunos carecen de uno o ambos ojos, mientras que otros no poseen iris o los tienen decolorados.
Todas estas anomalías implican unas carencias a nivel funcional: por ejemplo, las hembras deformes producen menos huevos. Aunque la pérdida de visión es sin duda la consecuencia más grave, limitando sus tácticas de depredación y afectando a su estado físico en general. En condiciones normales, la mayoría de los sapos usan pistas visuales para encontrar, cazar o atrapar su presa. Sin embargo, los sapos ciegos cururú han adoptado una «estrategia» distinta, mucho más pasiva, para alimentarse: A diferencia de los sapos normales, los sapos ciegos esperan, literalmente, a que los insectos caminen sobre ellos antes de comérselos. Debido a que los sapos ciegos simplemente comen lo que les pasa al lado, ya no seleccionan sus presas y ello, afecta a su constitución.
Luís dice Felipe Toledo, un biólogo especializado en anfibios de la Universidad Estatal de Campinas en São Paulo, se trasladó a esta isla para estudiar a las ranas deformes y encontró, por ejemplo, que los sapos ciegos tenían un peso menor que los sapos normales y producían menos huevos. En un estudio de 2014, el equipo de Toledo encontró que un 53% de los sapos que inspeccionaron presentaba por lo menos una anomalía.
Sin embargo los cururú a pesar de sus limitaciones, continúan proliferando en la isla. Su principal ventaja reside en el hecho de que pertenecen a una especie introducida y, por ello, no tienen depredadores naturales ni competidores locales.
Nadie sabe con certeza cuándo llegaron los sapos allí. «Según una historia, hace cerca de 100 años un sacerdote se llevó algunos sapos de la parte continental de Brasil a la isla para mantener bajo control a los insectos en sus cultivos«, dice Toledo. Tampoco está clara la razón por la cual, desde entonces, se volvieron deformes y ciegos.
El equipo de Toledo, conjuntamente con investigadores en el Zoológico de San Diego (Estados Unidos), está poniendo a prueba algunas ideas que podrían explicar las malformaciones a gran escala de los anfibios. Están investigando si un parásito, bacteria o virus es el culpable y están llevando a cabo estudios genéticos para ver si se trata de una población endogámica. También están analizando el agua y suelo de la isla en busca de posibles agentes tóxicos.
Los agentes responsables de la deformidad de los sapos no solo suscita intriga y curiosidad, también preocupación, pues podría tratarse de un problema ambiental que pondría en riesgo otras especies, afectando a varios eslabones de la cadena alimenticia y con ello, de forma generalizada, a la fauna silvestre de la isla.
«Por lo tanto, es crucial entender lo que está ocasionando las malformaciones en los sapos cururú« destaca Allan Pessier del Zoológico de San Diego.