Cuando los rayos se materializan en la tierra
La formación de fulguritas es descrita por los científicos como uno de los fenómenos naturales más espectaculares de la naturaleza. Los que han tenido la suerte de ver y tocar estas maravillosas estructuras afirman que es como tener, durante un instante, un pedazo de rayo en sus manos. De hecho, fulgurita deriva del térmito latín «fulgur» que significa «rayo» y es la materia vidriosa que se origina tras una fuerte descarga eléctrica en un suelo arenoso. Sin lugar a dudas debe ser impresionante ver en persona cómo se originan estas curiosas piedras de sílice tras el impacto de un rayo. Generalmente abundan en los desiertos de arena y en las dunas litorales.
Cuando un rayo cae y penetra en el suelo, su elevada temperatura (entre los 17.000 y los 39.000 ºC), va fundiendo el sustrato que encuentra a su paso adentrándose, en ocasiones, hasta casi 6 de profundidad. Acto seguido la masa fundida por el rayo se enfría y vitrifica rápidamente formando la fulgurita. El dióxido de silicio (SiO2) de la arena vitrificado forma unos cilindros huecos, llamados tubos de rayo. Esta estructura pétrea y vidriosa refleja la trayectoria del rayo al penetrar en la tierra y adopta formas similares a las raíces de las plantas.
La parte interna de esta estructura tubular, suele presentar un aspecto brillante, mientras la externa es rugosa, debido a la presencia de fragmentos minerales que no han terminado de fundirse o han sido adheridos durante el proceso de cristalización.
Las fulguritas pueden atesorar diferentes colores condicionados por la composición del material fundido, es decir, por tipo de arena donde impacta el rayo. Existen impresionantes tubos retorcidos de intenso color negro, también verdes, de tonalidades bronce e incluso de maravillosos destellos blanco-translúcidos. En su interior suelen albergarse burbujas de distinto tamaño constituidas por gases cuyo análisis aporta una información muy valiosa sobre los climas que acaecieron en el momento de su formación.
Lamentablemente la formación de estas bellas estructuras es poco habitual y, cuando ocurre, es prácticamente imposible extraerlas sin que se rompan, dada su elevada fragilidad.