El primer pez que evolucionó para caminar nunca abandonó el océano
Algunas de las primeras criaturas marinas que pudieron caminar no aprovecharon al máximo su nueva ventaja evolutiva y se quedaron en los océanos, según una nueva investigación, que sugiere que la capacidad de caminar se originó mucho antes de lo que se pensaba. La investigación se basa en un análisis genético de las células cerebrales del Leucoraja erinacea, uno de los animales más primitivos con columna vertebral.
Resulta que los sistemas cerebrales que controlan su movimiento son muy similares a los que se encuentran en los mamíferos. Eso sugiere que estas criaturas marinas fueron las primeras en aprender algún tipo de comportamiento parecido al caminar.
El equipo de expertos también registró imágenes de pequeños embriones de patín que hacen movimientos similares a caminar a lo largo del fondo de una pecera, movimientos que se han visto en observaciones anteriores:
«Se pensó que las redes neuronales necesarias para caminar eran únicas en los animales terrestres que hicieran en la transición de los peces hace unos 380 millones de años», afirma uno de los miembros del equipo, Catherine Boisvert, de la Universidad Curtin, en Australia.
«Pero nuestra investigación ha descubierto que este pequeño animal y algunos tiburones basales ya tenían esas redes neuronales«.
Este ejemplar es el último ancestro común de tiburones y mamíferos, y esa historia genética es realmente importante. Los científicos compararon las expresiones genéticas con genes activados en el tiburón elefante y el tiburón látigo, mostrando que habían sido preservados a través del tiempo.
La secuenciación del ARN también demostró que estos modelos genéticos (para controlar las extremidades, los músculos y la flexión y el enderezamiento de estas) podrían vincularse entre este animal y los mamíferos. Esto significaría que el «caminar» del Leucoraja erinacea puede tener más de 400 millones de años.
Eso retrasa el tiempo estimado de los primeros caminantes de la tierra en unos 50 millones de años, un periodo que no es significante, pero que añade aún más información a la historia evolutiva.
El Leucoraja erinacea no tiene patas, pero sí dos especies de aletas: las situadas en los pectorales sirven para nadar, pero las pélvicas más pequeñas le permiten caminar a lo largo del fondo oceánico, con movimientos alternos de derecha a izquierda. Este tipo de movimientos, conocidos como locomoción ambulatoria, hacen de este pez un animal muy adecuado para estudiar los orígenes del caminar.