Las tortugas pueden respirar por el trasero
Imagínate que tuvieras que estar durante 100 días sumergido en un estanque donde la temperatura estuviera rozando el punto de congelación, haciendo que la superficie esté congelada pero que por debajo se pueda nadar tranquilamente. Morirías en minutos, obviamente, a no ser que fueras una tortuga y pudieras respirar… por el trasero.
Como ectotermas, animales que dependen de una fuente externa de calor, la temperatura corporal de una tortuga rastrea la de su entorno. Si el agua del estanque es de 1ºC, también lo será el cuerpo de la tortuga. Pero las tortugas tienen pulmones y respiran aire; entonces, ¿cómo es posible que sobrevivan en un estanque helado con una «tapa» de hielo que les impida respirar? La respuesta radica en la relación entre la temperatura corporal y el metabolismo.
Cuanto más fría sea el agua de un lago, más lento será el metabolismo de la tortuga, lo que se traduce en una menor demanda de oxígeno y energía. Cuando las tortugas hibernan, dependen de la energía almacenada, y absorben el oxígeno del agua del estanque moviéndolo a través de la superficie del cuerpo, que están al ras con los vasos sanguíneos. De esta manera, pueden obtener suficiente oxígeno para sus necesidades mínimas sin usar sus pulmones. Y las tortugas tienen un área que está especialmente bien vascularizada: su trasero.
Los humanos somos endotermos, que nos hace tener que usar «combustible» para generar calor corporal y mantener una temperatura constante para mantenernos con vida. Cuando hace frío, nos amontonamos con toneladas de ropa para atrapar el calor metabólico y mantenernos calientes; nunca podemos recoger suficiente oxígeno a través de nuestras superficies vascularizadas, función que hacen nuestros pulmones, para abastecer la alta demanda de nuestros hornos metabólicos.
Para los humanos, un cambio en la temperatura corporal es un signo de enfermedad, de que algo está mal. Pero cuando la temperatura de una tortuga cambia, es simplemente porque el ambiente se ha vuelto más cálido o más frío. Pero incluso los ectotermos tienen sus límites: las tortugas adultas no pueden sobrevivir a temperaturas bajo cero, o tampoco si tienen cristales de hielo en sus cuerpos.
El agua actúa como un estabilizador de temperatura para las tortugas: tiene un alto calor específico, lo que significa que se necesita mucha energía para cambiar su temperatura; el aire, por el contrario, tiene un calor específico bajo, por lo que su temperatura fluctúa demasiado y se vuelve demasiado frío para que las tortugas puedan sobrevivir.
Pero un estanque cubierto de hielo presenta dos problemas: no pueden salir a respirar y entra poco oxígeno nuevo en el agua, teniendo en cuenta que tienen que compartirlo con otras criaturas. Durante el invierno, a medida que se gasta el oxígeno, el estanque se vuelve hipóxico -con bajo contenido de oxígeno- o anóxico -sin oxígeno-. Algunas especies pueden sobrevivir a la hipoxia, otras no.
Las tortugas mordedoras y las tortugas pintadas toleran mejor esta situación al cambiar su metabolismo a uno que no requiere oxígeno. Esta habilidad es sorprendente, pero puede ser peligrosa, incluso letal, si dura demasiado, ya que los ácidos se acumulan en sus tejidos como resultado de este cambio metabólico.
Cuando llega la primavera y las tortugas anaeróbicas emergen de la hibernación, sufren un calambre muscular en todo el cuerpo, ya que el ácido láctico se acumula, como cuando te da una rampa. Las tortugas se desesperan por tomar el sol para aumentar así la temperatura corporal, activando su metabolismo y eliminando los subproductos ácidos. Ahí es cuando son más vulnerables, pues se tornan aún más lentas.