Los investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de Virginia están utilizado los cuerpos sin vida de las tortugas boba y trasformándolos en una especie de «zombies», ya que creen que así podrán proteger a sus compañeros vivos. Han eliminado los órganos internos de dos tortugas muertas y los han llenado de espuma de poliestireno con el fin de hacerlas flotar, reproduciendo así la flotabilidad de una tortuga recién fallecida, a causa del gas a partir de los tejidos en descomposición.
La razón es simple. Quieren colocar unos GPS en ellas para volver a colocarlas en las aguas donde aparecieron muertas, para entender así cómo los vientos y las corrientes océanicas afectan al movimiento de las tortugas fallecidas. Gracias a ello, podrían determinar con precisión dónde y porqué murieron los animales.
Preparándose para presentar este trabajo en el 36º simposio anual de la Sociedad Internacional de Tortugas Marinas y Biología de las Tortugas de Mar y su Conservación, la investigadora Bianca Santos explicó que «si nuestro modelo puede simular con precisión cómo los vientos y las corrientes actúan sobre una tortuga fallecida, debemos ser capaces de dar marcha atrás para encontrar el lugar donde probablemente murió». «Al conocer dónde», añadió, «podemos ver mejor el porqué».
Por ejemplo, si resulta que un gran número de tortugas están muriendo en zonas donde la industria pesquera tiene una alta presencia, entonces puede indicar que están siendo atrapadas en las redes, destacando la necesidad de modificar estos equipos con el fin de hacerlas más seguras para las tortugas.
Comentando este trabajo, potencialmente útil aunque no muy convencional, el co-investigador David Kaplan admite que «puede parecer algo turbio, pero es una buena manera de reutilizar una tortuga muerta que, por otro lado, habría sido enterrada si la hubiéramos encontrado en la costa». Si tiene éxito, dice, «reduciremos la muerte de tortugas en el futuro».
