Un continente oculto sale a la luz
La historia de la Tierra se sigue escribiendo. Sabemos que hace 335 millones de años surgió el supercontinente Pangea. 160 millones de años después, esa plataforma comenzó a romperse en pedazos debido a la tectónica de placas. Así se fue convirtiendo en lo que hoy son nuestros continentes. Sobre esos primeros trozos rotos, llamados cratones, se acumularon sedimentos como ocurre, por ejemplo, con la capa de espuma cuando se hierve una sopa. Algunos trozos más pequeños han «viajado a la deriva» durante millones de años. Y ahora una de estas piezas «perdidas» ha sido descubierta en la isla de Baffin (Canadá). Un continente oculto sale a la luz.
Lo publican los geólogos de la Universidad de Columbia Británica (Canadá). Se puede leer en la revista « Journal of Petrology». Se trataría de un pedazo del cratón del Atlántico Norte. Es un protocontinente que se extendía desde el norte de Escocia, hasta Labrador, la provincia más oriental de Canadá. Pero, ¿cómo llegó hasta la aquel lugar?
La kimberlita, la primera pista
«Con estas muestras podemos reconstruir las formas de los antiguos continentes en base a rocas de manto más profundas», explica Maya Kopylova. Es la principal autora de la investigación. Puedes leerlo en su comunicado. ¿Qué sucedió? Pues bien, el equipo dio por casualidad con una rara muestra de kimberlita. Es una roca que se forma a profundidades de entre 150 y 400 kilómetros. A veces suele «transportar» diamantes desde el interior de la Tierra al exterior. Esta muestra coincidía con el cratón del Atlántico Norte. «Para los investigadores, las kimberlitas son como cohetes subterráneos que ‘recogen pasajeros’ en su camino a la superficie», continúa Kopylova. «Los pasajeros son restos de rocas de la pared. Contienen una gran cantidad de detalles sobre las condiciones a mucha profundidad y de hace mucho tiempo».
Cerca de Canadá
¿Dónde se hizo el hallazgo? Concretamente en muestras recogidas en una mina de diamantes de la provincia de De Beers, en el sur de la isla de Baffin. «La composición mineral de otras partes del cratón del Atlántico Norte es tan única que no se puede confundir», afirma la geóloga. «Fue fácil unir las piezas. Los cratones antiguos adyacentes en el norte de Canadá tienen mineralogías completamente diferentes». Es decir, esta parte era diferente a las zonas más cercanas. Solo se podía comparar con el del cratón del Atlántico Norte.
Esto la convertía en, efectivamente, una pieza perdida del puzle de este protocontinente: un continente oculto sale a la luz con este descubrimiento.
«Encontrar estas piezas ‘perdidas’ es como encontrar una pieza que falta de un rompecabezas. Y el puzle científico de la antigua Tierra no puede estar completo sin todas sus piezas», dice Kopylova. Esta nueva pieza señala que el cratón del Atlántico Norte era un 10% más grande de lo que se pensaba hasta ahora. Quién sabe qué otros misterios aguardan ante las «simples» rocas que encierran las entrañas de nuestra vieja Tierra.