¿Por qué somos más susceptibles al cáncer con la edad?
Las estadística de pacientes diagnosticados con cáncer son, lamentablemente, cada vez más altas. En Australia, por ejemplo, uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres serán diagnosticados con esta terrible enfermedad cuando lleguen a los 85. Es aún más alarmante si se tiene en cuenta que en estas estadísticas no incluyeron los cánceres de piel más comunes (carcinoma de células basales y el carcinoma de células escamosas de la piel).
Obviamente, el aumento de la población explica el crecimiento de números de casos de cáncer en la población. Sin embargo, hablamos de relación poblacional. Es un hecho que desde los niños hasta los adultos de cuarenta años, la incidencia del cáncer es bastante baja, pero luego aumenta exponencialmente a medida que envejecemos. El cáncer es alrededor de diez veces mayor en las personas de 60 años que los que tienen menos de esa edad.
¿Pero cuál es el motivo? El cáncer es una enfermedad causada por errores en nuestros genes (el código del ADN en nuestras células que proporciona los «planos» de todas las funciones celulares»). Estos errores surgen por una serie de razones.
Los carcinógenos químicos y la radiación suelen ser los factores más populares, y pueden ser las causas en algunos tipos de cáncer: los cigarros suelen multiplicar las posibilidades de padecer cáncer de pulmón, y la radiación UVA contribuye a la formación de un menaloma.
También podemos heredar algunos errores genéticos. Por ejemplo, los genes defectuosos de BRCA se transmiten en algunas familias, y contribuyen a un número importante de cánceres, incluyendo los de mama y el de ovario. Algunos virus también influyen, como es el caso del virus del papiloma humano VPH.
Otra razón surge, sin embargo, de la propia biología. El cuerpo está compuesto de muchos miles de millones de células individuales, y en la mayoría de los casos, éstas tienen una vida útil definida. A medida que estas mueren, son reemplazadas por células nuevas que surgen de la división de otra célula en dos; un proceso que requiere la replicación de todo el ADN de la célula.
A pesar de que la replicación del ADN está altamente «controlada» por el cuerpo, el gran número de veces que se realiza en el tiempo de vida de una persona (se estima que ocurre unas 10.000 billones de veces) significa la posible aparición de un número significativo de errores en el ADN de algunas de nuestras células.
Todos padecemos estos «errores» en nuestros genes. La gran mayoría de estos no tienen efecto, o simplemente se añaden a nuestro organismo. Por ejemplo, algunos de estos «errores» en el gen MC1R han dado lugar a que ciertas personas tengan el pelo rojo.
Sin embargo, algunos errores en ciertos genes específicos pueden ser el «inicio» del cáncer, causando que las células se vuelvan hiperactivas y no se restrinjan por los mecanismos habituales del cuerpo que mantienen todas las células bajo control.
Las células humanas están bien controladas, con muchísimos mecanismos de seguridad. Esto significa que estos errores que «inician» el cáncer pueden no causarlo del todo, pero, sin embargo, estos errores pueden ocurrir en los genes que controlan la división , el movimiento o la muerte celular.
Varios estudios han demostrado que son necesarios al menos seis de estos errores en una sola célula para que se produzca cáncer. Para el desarrollo de la mayoría de los cánceres es probable que se necesiten muchos más. Sólo cuando todos estos errores estén presentes en la misma célula puede que las células tengan la oportunidad de pasar a la producción de un cáncer.
Se necesita muchísimo tiempo, pues, que se acumule estos «errores» para que una célula normal se transforme en un cáncer. Por lo tanto, cuanto más vivimos, más tiempo ha transcurrido para que se acumulen estos errores en nuestros genes.
En la actualidad no podemos hacer mucha cosa para prevenir el envejecimiento. Sin embargo, podemos reducir los riesgos derivados de factores externos, tales como evitar los carcinógenos químicos como el humo de los cigarrillos, la reducción de la exposición a la radiación UVA del sol y, también, participar en los programas de vacunación contra el VPH.