Logran borrar prejuicios durante el sueño, usando sonidos
¿Podemos aprender a liberarnos de nuestros prejuicios raciales o de género? Según un nuevo estudio científico, sí. A partir de una serie de investigaciones, un equipo de la Universidad Northwestern (EEUU) logró cambiar las reacciones negativas habituales de determinadas personas hacia otras personas usando el sueño como herramienta.
Este cambio es importante, dado que los prejuicios sociales más comunes suelen marcar conductas y decisiones que perjudican tanto a la persona que toma las decisiones como a la víctima del prejuicio en si. Por ejemplo, el sesgo de género en las contrataciones hace que los científicos tiendan más a contratar a hombres que a mujeres en proyectos de investigación, aunque ambos tengan idéntica preparación. Incluso personas bien intencionadas pueden verse influenciadas por estos prejuicios sin darse cuenta. Esto tendría consecuencias tanto para la empresa contratante como para la mujer que aspira a es trabajo.
Ya se sabía que, durante el sueño, nuestra memoria puede ser reactivada. Estudios previos de los investigadores de Northwestern habían demostrado que, en el proceso de aprendizaje, las personas que escuchaban determinados sonidos durante el sueño, recordaban mejor las cosas que las personas que no habían escuchado dichos sonidos.
En el presente estudio se aplicó el mismo tipo de procedimiento para aprender otra cosa: a luchar contra los estereotipos.
Inicialmente 40 estudiantes voluntarios fueron sometidos a el Test de Asociación Implícita (TAI), una prueba desarrollada con la finalidad de medir el sesgo y prejuicio. Se trata de una especie de juego en el que se relacionan una serie de imágenes con otra serie de palabras a un ritmo veloz, en el menor tiempo posible, bajo el objetivo de disminuir el grado de respuesta consciente del individuo, para dar con el núcleo de la asociación inmediata entre los términos.
El nivel de prejuicios racistas y sexistas llegó al promedio de 0,55 (en ambos casos), en una escala del 0 al 1.
Posteriormente, los participantes en el estudio completaron dos regímenes de entrenamiento, uno diseñado para reducir los prejuicios raciales y el otro para reducir el sesgo de género.
En estos entrenamientos, a los voluntarios se les presentaron caras emparejadas con palabras que iban en contra de los estereotipos más comunes. Por ejemplo, rostros femeninos aparecieron con palabras relacionadas con las matemáticas o la ciencia; y caras de personas de color fueron presentadas junto a palabras agradables.
Al mismo tiempo, se presentaron a los voluntarios dos sonidos distintivos, que debían asociar a las correlaciones positivas (no discriminatorias). Uno de ellos asociado a las mujeres emparejadas con términos científicos; y el otro a los rostros de personas negras emparejadas con palabras agradables.
Posteriormente los sujetos de estudio fueron sometidos a una siesta de 90 minutos y durante la fase de sueño profundo se reprodujeron, en lapsos fijos, los citados sonidos asociados a correlaciones positivas, con el objetivo de lograr una consolidación de los recuerdos mediante el sueño. La reproducción del sonido sólo se le aplicó a la mitad del grupo, a la otra mitad no.
Al despertar, todos los sujetos repitieron la prueba TAI, descubriendo que en aquellos que escucharon el sonido durante su sueño sus promedios de sesgo y prejuicio se vieron considerablemente reducidos, bajando a los 0,17, mientras que aquellos que no escucharon nada siguieron con exactamente la misma asociación de ideas. Una semana más tarde, se repitió el test y los resultados fueron los mismos.
Según los investigadores, «resulta sorprendente que la intervención basada en el sueño pueda tener un impacto evidente una semana más tarde, pues la expectativa habitual es que una breve intervención aplicada una sola vez no sea lo suficientemente fuerte como para provocar una influencia duradera (…) nuestros resultados demuestran cómo el aprendizaje, incluso este tipo de aprendizaje, depende de sueño».
Según Ken Paller, autor principal del estudio, una de las implicaciones del presente estudio es que puede ampliar la discusión sobre qué tipo de esfuerzos se pueden hacer para combatir los sesgos sociales; además de ser una potencial herramienta para contrarrestar prejuicios.
Desaprender sesgos implícitos puede ser muy parecido a acabar con otros malos hábitos. En este sentido, señala Paller, la investigación también tendría implicaciones para el desarrollo de nuevas técnicas que combatan hábitos como el tabaquismo, el egocentrismo, las fobias o los comportamientos alimenticios poco saludables.