Realmente puedes morir por tener el corazón roto
Cuando se piensa en un corazón roto, es probable que imagines algo típico de una película romántica, o un dibujo animado que se agrieta como una frágil pieza de porcelana. De hecho, el llamado «síndrome del corazón roto» ha certificado un lugar en la cultura popular; sin embargo, aunque se siente una angustia muy fuerte durante los periodos de trastorno emocional, ¿realmente se puede morir una persona por tener el corazón roto?
La respuesta no es simple, así que habrá que investigar un poco. En las últimas dos décadas, la fibrilación auricular (FA), una forma de latido irregular del corazón, se ha convertido en uno de los problemas más importantes de salud pública y ha provocado un aumento de los costes sanitarios en los países occidentales. Las personas con esta patología tienen cinco veces más riesgo de accidentes cerebrovasculares, y se estima que entre 120.000 y 215.000 nuevo casos se diagnosticarán cada año.
La causa exacta de la FA sigue sin resolverse, y es probable que implique múltiples componentes tales como factores genéticos y ambientales. La fibrilación auricular es una condición progresiva, por lo que la arritmia comienza en una forma de «inicio repentino» y después evoluciona. Estos pasos tardan muchos años en desarrollarse, pero puede acelerarse por fatiga, alcohol, cafeína y el estrés emocional.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con un corazón roto? Pues bien, parece que ambos están vinculados. En un reciente estudio publicado en la revista Open Heart, un equipo de investigación danés con sede en la Universidad de Aarhus, muestran que la muerte de una pareja está vinculado a un mayor riesgo de desarrollar FA durante un año después del fatal hecho.
El estudio examinó los registros hospitalarios entre 1995 y 2014 de 88.612 personas en Dinamarca, 19,72% de los cuales habían perdido a su pareja, y que habían desarrollado FA. Para comparar, el equipo seleccionó al azar un grupo de control (sin FA) de 86.120 personas (19,07% de los cuales habían perdido a su pareja) y que era muy parejo al otro grupo en cuando a rangos de edad y géneros. Otros factores que fueron controlados incluyen el estado y la educación, y si los sujetos tenían enfermedades cardiovasculares, diabetes, o se estaban medicando.
El estudio reveló que los individuos cuya pareja o cónyuge había fallecido tenían un riesgo de contraer AF en los 30 días siguientes en un 41% superior a la media. El riesgo era más alto a los 8-14 días después de la pérdida (un 90% superior a la media) y disminuyó gradualmente hasta equipararse con un nivel cercano al de la población sin ningún tipo de duelo pasado un año. Este riesgo es mayor entre las personas menores de 60 años y entre aquellos cuya muerte fue inesperada.