Logran determinar rasgos faciales a partir de una muestra de ADN
El ADN es el manual de instrucciones que contiene la clave para nuestro desarrollo y guarda una cantidad de información increíble. Así que no es de extrañar que haya salido a la luz un método que permite determinar los rasgos faciales de una persona a partir de dicha molécula. Esto implica que, dentro de poco, podrán identificarnos tomando una muestra de fluidos corporales como la sangre, el semen o la saliva. Lo ha demostrado un equipo dirigido por Peter Claes, de la Universidad de Leuven (Bélgica), quien publicó un trabajo en el que se relacionaban los genes con los rasgos faciales de un grupo de voluntarios.
Hasta ahora, si se encontraba ADN en el escenario de un crimen, solo podía saberse a quien correspondía si su portador estaba fichado. También cuando un individuo sospechoso era identificado, podía compararse su ADN con el encontrado en la escena del crimen. De este modo, si los perfiles genéticos del sospechoso y la muestra encontrada en la escena coincidían, se deducía que se trataba de la misma persona. Lo mismo pasaba con las huellas dactilares.
En un crimen en el que no hay testigos ni sospechosos, nadie ha visto nada y ninguna cámara de seguridad ha podido captar a nadie, de poco sirve una muestra de ADN del escenario. En estos casos, se compara con las muestras almacenadas en un banco genético, donde se archivan los perfiles genéticos de todos los que han sido sospechosos en casos anteriores. La muestra también se contrasta con el material genético de amigos y familiares de la víctima. Sino se encuentra ninguna muestra coincidente, la investigación queda paralizada a la espera de nuevos datos.
Este método llamado «fenotipado del DNA«, permitirá ponerle cara al portador de un ADN determinado. De este modo se podrá estrechar el círculo de sospechosos elaborando un retrato a partir de un pelo, una escama de piel, sangre, saliva, semen etc. A diferencia del retrato robot tradicional, el obtenido a partir del fenotipado no dependerá ni de los recuerdos de un testigo ni de la interpretación de un dibujante, sino de un programa informático.
El ADN arrojaba ya muchas pistas acerca de la persona, concretamente, la raza, el sexo, el color de los ojos o el del pelo. Con estos rasgos es más sencillo acertar porque están determinados por un único gen, como sucede con el color de los ojos y el pelo, pero la forma de la cara era todo un misterio.
¿En qué consiste este método?
A diferencia del método empleado hasta ahora, el fenotipado o retrato molecular no se trata de comparar sino de predecir.
- Se reunieron a 592 voluntarios de orígenes europeos, oeste de África de Cabo Verde, Brasil y Estados Unidos. Se limitó su edad a entre los 18 y 40 años para no añadir un factor de estudio más, como puede ser el envejecimiento, con sus efectos en el aspecto. Se tomaron imágenes tridimensionales de sus caras y se marcaron 7.000 puntos faciales de referencia.
- Se analizó el genoma de los voluntarios, concretamente 20 genes (y sus correspondientes variantes) relacionados con rasgos faciales y craneales. Se sabía que estos genes estaban relacionados con la forma de la cara porque se habían encontrado mutaciones de éstos en personas que padecían deformidades faciales.
- Se relacionaron las diferentes variantes genéticas con los rasgos faciales, (recordemos que tenían 7000 puntos faciales de referencia). De este modo, se identificaron las variantes genéticas responsables de determinadas características faciales.
- Con todo ello, se obtuvo un algoritmo informático capaz de recrear el rostro de una persona, en una imagen en 3D, a partir de su ADN. Algunos de los rasgos faciales codificados fueron la altura de los pómulos, la separación de los ojos o el ancho de la nariz.
Sin embargo, el resultado es una imagen aproximada, una especie de retrato robot. Los rasgos faciales están determinados por centenas de genes y recordemos que únicamente se han analizado 20.
Caso real
Los retratos robots a partir de ADN aún están dando los primeros pasos pero ya han dado sus frutos algún caso real:
Gracias a los análisis del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Santiago de Compostela, se pudo resolver, en 2009, un complicado caso de violaciones en serie. Los delitos tuvieron lugar en Londres y la policía buscó al responsable durante 20 años. La Scotland Yard, la policía metropolitana de Londres, bautizó el caso con el nombre de “operación Minstead”.
Delroy Grant, de 52 años, fue uno de los hombres más buscados por la Scotland Yard, y era conocido como el «atacante nocturno». Sus delitos se producían en los meses de verano, cuando anochecía, y sus víctimas eran hombres y mujeres de entre 63 y 100 años. En total, agredió sexualmente a un centenar de personas. Tenían su ADN y sabían que todas esas agresiones habían sido perpetradas por el mismo autor, sin embargo, su rostro era una incógnita. Durante la investigación, la policía tomó, analizó y comparó 21.500 muestras de ADN, aunque ninguna coincidió con el perfil genético del atacante nocturno.
Después de 20 años investigando, habían llegado a un punto puerto y decidieron contactar con los expertos en Genética Forense de Santiago de Compostela, que determinaron el fenotipado del DNA del violador. Una vez obtenida su imagen, no fue muy difícil dar con su identidad y vivienda. El atacante nocturno se llamaba Delroy Grant y fue detenido, en el 2009, en su domicilio familiar de Brockley.
Es cierto que el fenotipado ha sido útil para resolver unos pocos casos puntuales, pero todavía tiene muchísimas limitaciones: el aspecto también está influido por el entorno, la edad o tipo de vida. Del mismo modo que el hecho de ser portadores de una mutación genética que ha sido relacionada con una enfermedad determinada no es sinónimo de padecer dicha enfermedad, podemos tener una variante genética que ha sido relacionada con un rasgo físico determinado y no manifestarlo. ¿Por qué? porque ese gen podría, por ejemplo, interaccionar con otros capaces de silenciarlo. Lo mismo podría pasar con nuestro entorno o modo de vida. Dicho de otra forma, existen factores, tanto internos como externos, que activan o reprimen nuestros genes.
Aún así, Ángel Carracedo, profesor de Anatomía Patológica y Ciencias Forenses en Medicina Genómica en la Universidad de Santiago, reconoce que el primer paso ya se ha dado:
“Los modelos probabilísticos deben de ser mejorados y seguramente aparecerán otros estudios con más genes y, como en las enfermedades comunes habría que ver interacción gen-gen y con el ambiente (la epigenética también jugará un papel). Pero proporciona las bases para que se pueda conseguir”, opina Carracedo.