Los médicos romanos creían que el sexo debilitaba a los hombres y que el semen era un fluido cerebral
En la Antigua Roma los médicos envolvieron el acto sexual en multitud de advertencias y prohibiciones. Los hombres romanos debían estar siempre listos para servir a sus ciudades en cargos públicos, ya fuera en tiempos de guerra o de paz, y los médicos les advertían que un exceso o la falta de precauciones en las relaciones sexuales podían debilitar tanto al hombre hasta el punto de no poder llevar a cabo su trabajo. Debían cuidar su fuerza vital (pneuma), la cual se localizaba, al menos en parte, en el semen. Si la perdían, sus facultades para trabajar se veían mermadas, guardaba relación con la razón.
A las mujeres no se les ponían restricciones en cuanto a las relaciones sexuales, ya que ellas no se veían debilitadas al recibir la pneuma que los hombres.