La primera epidemia documentada
El coronavirus y sus estragos continúan atrayendo la atención mundial. Fronteras cerradas, vuelos comerciales cancelados y un creciente miedo global. Son los efectos de las epidemias. No es la primera vez que sucede. Existen otros casos que dejaron su huella en la historia. La primera epidemia documentada se llamó la “peste de Atenas”, aunque hubo muchas más.
Otras enfermedades
A lo largo de la humanidad hemos tenido que hacer frente a la aparición de enfermedades inéditas. La Europa del siglo XV conoció por vez primera una epidemia masiva de sífilis. Hasta 1830 no se conocían casos de cólera. Y antes de 1981 el sida era una enfermedad ignota.
La aparición de estas infecciones produjo una enorme inquietud en la sociedad. El miedo a lo desconocido oscurecía la razón y desde todos los ámbitos surgía la irracionalidad apocalíptica.
Hay dos grandes epidemias célebres. La primera es la peste bubónica o peste negra que asoló Europa en el siglo XIV. Se considera que se originó en Catay (China) y que desde allí la importaron comerciantes genoveses.
La otra es la mal llamada gripe española (1918). Su origen se sitúa en Kansas (Estados Unidos). Ocasionó la muerte de más de 50 millones de personas en tan sólo un año.
¿Cuál fue la primera?
Pero para encontrar la primera pandemia de la Historia nos tenemos que remontar mucho más atrás. Fue hacia el 430 a. C. Se desató la conocida como “peste de Atenas”. Una epidemia devastadora provocada por una bacteria, Salmonella tiphy.
Se estima que falleció la tercera parte de los habitantes de la península helénica. El epicentro se encontraba en un barco procedente de Etiopía que arribó en El Pireo. El historiador Tucídides escribió conmocionado: «Jamás se vio en parte alguna azote semejante y víctimas tan numerosas».
A esta seguiría la peste de Galeno en el siglo II d.C. Y luego la epidemia de Justiniano en el VI d.C, que se prolongó durante seis décadas. Desde las primeras epidemias, a pesar de que se desconocía el concepto de infección, se observó que el riesgo de enfermar aumentaba de forma proporcional al tiempo de exposición con el enfermo. Esto hizo que durante siglos se defendiera el axioma de que los enfermos irradiaban el mal. En consecuencia, había que alejarse de ellos.
Cuarentena y acordonamiento
Las mentes más brillantes acuñaron dos conceptos profilácticos: aislamiento y acordonamiento (cuarentena y protección de fronteras). El aislamiento consiste básicamente en separar al enfermo del resto de la población para evitar que el contagio se extienda.
La cuarentena consiste en la acción de apartar a personas que se encuentran todavía asintomáticas pero que han tenido contacto con enfermos.
El término cuarentena tiene un origen religioso. Aparece por vez primera en el Levítico (12;1-8). Hace alusión a los cuarenta días siguientes al parto durante los cuales la mujer era considerada impura. Por tanto, debía evitarse todo contacto con ella.
Buenas perspectivas
El cierre de fronteras también ha servido para evitar los flujos migratorios y propagar la enfermedad. El más llamativo fue el que llevó a cabo el imperio austro-húngaro en el siglo XVIII. Se estableció la obligatoriedad de que cada hombre debía vigilar la frontera durante 149 días al año. Había casi 700 puestos fronterizos que impedían la entrada en el Imperio.
La perspectiva histórica nos permite ser optimistas con la epidemia de Wuhan. Siempre hicimos frente a las más terribles epidemias. Incluso en momentos en los que no se contaba ni con la información ni con los avances tecnológicos actuales. Desde la primera epidemia hasta ahora, hemos avanzado como humanidad.
Y así seguiremos.