La historia del picahielos que mató a Trotski
Fue uno de esos asesinatos que marcan la Historia. Stalin, celoso de la influencia que todavía tenía Trotski, ordenó asesinarlo. La orden viajó a través del mundo. Sucedió el 20 de agosto de 1940. León Trotski fue herido en la cabeza con un picahielos por Ramón Mercader. El agente estalinista usó un arma que después estuvo perdida… cuarenta años. Esta es la historia del picahielos que mató a Trotski.
Perseguido por la muerte
El ataque ocurrió en la calle Viena de Coyoacán, en Ciudad de México. Mercader, de origen español, fue arrestado y entregado a la policía. Al día siguiente Trotski falleció por la gravedad de la herida. Las autoridades mexicanas exhibieron el picahielos como evidencia.
«A partir de ese momento, quedó en la oscuridad», comenta H. Keith Melton. Es un coleccionista privado residente en Florida, aficionado a los objetos relacionados con historias de espionaje. Dedicó 40 años a intentar ubicar el tristemente célebre picahielos.
«Quizá sea el crimen político del siglo. Fue bien concebido y bien ejecutado», dijo Melton. «Trotski era el último oponente importante de Stalin. Estaba en el exilio. Viajaba mucho por el mundo porque la Unión Soviética le hizo difícil quedarse en cualquier lugar. El plan de asesinato fue largo y complejo».
Un primer atentado había fracasado. 23 hombres con ametralladoras entraron en la casa de Trotski antes. Dispararon más de 200 veces pero milagrosamente fallaron», explicó Melton.
Fue entonces cuando se puso en marcha el plan de ataque de Mercader. Él era hijo de Caridad Mercader, una simpatizante de la Unión Soviética. «La inteligencia soviética se fijó en ella cuando estuvo herida en un hospital. Fue seducida por un Leonid Eitingon, quien sería el comandante operacional responsable del asesinato. Él la reclutó para esta operación y ella entregó a su hijo», narró Melton.
Mercader fue condenado a 20 años de cárcel en México. Su madre tuvo que abandonar el país rápidamente, a través de Cuba, en dirección a la URSS.
Bajo la cama
El arma se archivó como evidencia por la Policía de México hasta 1946. Luego fue remitida a una suerte de museo de criminalística que estaban creando. En la década de 1960, cuando el jefe de ese museo se retiró, sus colegas le obsequiaron el picahielos. Fue su regalo de despedida. «Él se lo llevó a su casa. Durante los 40 años siguientes lo mantuvo bajo la cama de su hija. Ella lo recibió como parte de su herencia», relató Melton.
Hace casi una década, la mujer ofreció una rueda de prensa anunciando que tenía el picahielos en su poder. Estaba dispuesta a deshacerse de él. Fue entonces cuando Melton vio su oportunidad. La historia del picahielos que mató a Trotski por fin tendría un cierre. Viajó a México en tres ocasiones e hizo las pruebas correspondientes para verificar que se trataba del arma original. Cuando lo confirmó, no cabía en sí de satisfacción.
Definitivamente, no hay un picahielos más importante y (trágicamente) célebre en la Historia.