Joseph Lister, el médico que se lavó las manos
El primero que pensó en desinfectarse
En 1874 había una alta tasa de mortalidad por operaciones quirúrgicas mayores o amputación de extremidades. Llegaba a rondar el 40%. 60% en hospitales franceses. Las operaciones más simples conllevaban un alto riesgo de muerte por infección. No se hallaba encontrar una solución realmente efectiva. Hasta que llegó Joseph Lister, el médico que se lavó las manos.
Aplicando las ideas de Pasteur
Lister sufría al ver cómo muchos de sus casos desarrollaban complicaciones posoperatorias serias. Había notado una marcada diferencia en el resultado entre fracturas simples, cuando la piel quedaba intacta, y fracturas compuestas. En estas la superficie de la piel se rompía. A menudo terminaban en «gangrena hospitalaria» y amputación. Un colega, el profesor Thomas Anderson, le mencionó que en Francia el químico Louis Pasteur demostró algo interesante. Si los fluidos susceptibles a la fermentación y la putrefacción se mantenían libres de contacto con el aire, se mantenían frescos. Reveló que el jugo de uva se fermentaba debido a diminutas partículas vivas (microbios) que podían transportarse en el aire.
A Lister se le ocurrió de inmediato. Interponiendo un escudo antiséptico entre una herida y el entorno, se podían prevenir las complicaciones sépticas.
Lister decidió experimentó con un paciente, James Greenless. Decidió usar una sustancia antiséptica. Fue utilizada para limpiar el alcantarillado en la ciudad de Carlisle. Estaba disponible como una solución de ácido carbólico al 5%. Dispuso que las manos, la ropa, los instrumentos quirúrgicos y las heridas debían lavarse con ese químico.
Cambiando vendajes
Al terminar la operación, aplicó un vendaje bañado en ácido carbólico. Ordenó que el apósito fuera renovado varias veces a medida que pasaban los días. La herida sanó muy bien.
Sucede que lo usual era no cambiar los vendajes. Se usaban a veces trapos sucios, inclusive. Todos circulaban libremente por las salas de cirugía. Los cirujanos rara vez limpiaban el equipo quirúrgico. No se lavaban las manos antes de las operaciones.
Joseph Lister, el médico que se lavó las manos, trató otros 11 casos. Nueve se curaron sin infección. Entonces publicó en The Lancet un artículo titulado «Un nuevo método para tratar fracturas compuestas». Marcó el nacimiento de la cirugía moderna.
Lister describió los resultados positivos para sus pacientes. Extremidades «que sin duda habrían estado condenadas a amputación» debido a la probabilidad de infección «pueden conservarse con la confianza de obtener los mejores resultados».
Cambiando conceptos
Con su método, los abscesos podían drenarse. Las incisiones, sanarse, y los hospitales, tornarse en lugares más saludables. Al principio, el enfoque antiséptico de Lister tuvo una recepción mixta.
Fue muy elogiado en Alemania y en la mayoría de los demás países, pero no tanto en Estados Unidos ni en Inglaterra. Para 1890, el mundo entero había aceptado la gran innovación de Lister. Los microbios que causaban la sepsis habían sido identificados y cultivados. A fines de esa década, los métodos antisépticos de Lister llevaron a una cirugía aséptica y a la introducción de instrumentos estériles en quirófanos. En 1898 el uso de guantes de goma y el lavado de manos del cirujano eran de rigor.
Joseph Lister, el médico que se lavó las manos, fue el primero en aplicar los principios de Pasteur a los humanos. Hizo varias otras contribuciones a la ciencia médica. Aisló por primera vez bacterias en cultivo puro (Bacillus lactis). Fue pionero en el uso de catgut y tubos de goma para el drenaje de heridas, entre otras cosas.
Es recordado primordialmente como el innovador que revolucionó la historia de la cirugía, dividiéndola en dos eras. La que había antes y la que vino después de él.