El médico criminal de guerra nunca juzgado
Quién fue Shirō Ishii
Fue durante la Segunda Guerra Chino-Japonesa (1937-1945). El Ejército Imperial Japonés desarrolló un ambicioso programa de investigación de armas biológicas y químicas. Y puso en marcha experimentos a gran escala con seres humanos. Y hubo un protagonista en esta historia. El microbiólogo Shirō Ishii, el médico criminal de guerra nunca juzgado.Estudió Medicina en la Universidad Imperial de Kioto. Rápidamente ingresó en el Ejército y en 1922 fue asignado al Hospital del Primer Ejército y la Escuela Médica Militar de Tokio. En 1930 Ishii organizó un departamento de Inmunología dedicado a investigaciones sobre guerra biológica.
Trabajando con esclavos
La toma de Manchuria por el Ejército Japonés dio a Ishii la oportunidad de utilizar seres humanos en sus investigaciones. En 1932, comenzó sus experimentos preliminares sobre guerra biológica. Lo hizo en zonas ocupadas de China como parte de un proyecto secreto.
En 1936, creó un gran complejo de investigación, con 6 km cuadrados y más de 150 edificios. Lo construyeron 15.000 esclavos civiles chinos, de los que un tercio fallecieron debido a las duras condiciones de trabajo. Este fue el epicentro de la tristemente célebre Unidad 731. El Escuadrón 731, dirigido por Ishii, realizó en Pingfan numerosos experimentos con prisioneros, infringiéndoles grandes sufrimientos. Se estima que entre 3.000 y 6.000 personas, incluyendo niños, murieron víctimas de los mismos.
Pruebas terribles
A finales de agosto de 1942, Ishii se trasladó de Pingfang a Nanking para participar en algunas campañas y experimentos. Uno de los objetivos a desarrollar fue el de contaminar todas las fuentes de agua del enemigo. Experimentó con prisioneros de guerra, enfermos mentales y discapacitados.
Inoculaban a sujetos sanos los gérmenes del cólera, tifus, difteria, ántrax, etc. Así iban probando posibles vacunas. Se usaron blancos humanos para probar la efectividad de granadas, lanzallamas o bombas explosivas. Se les obligaba a beber iperita o se les exponía a ácido cianhídrico y gas mostaza. También se realizaron experimentos de carácter fisiológico, muy similares a los efectuados por los médicos nazis. Medían el tiempo de asfixia tras colocar cabeza abajo a los prisioneros y de embolia después de la inyección intravascular de aire.
Algunos prisioneros fueron incluso colocados dentro de máquinas centrífugas para determinar el tiempo de supervivencia. Los experimentos de hipotermia eran una de las especialidades de Ishii. Se exponía a los prisioneros a temperaturas extremas durante los meses más fríos del año. Luego se estudiaban diferentes formas de reanimación.
Miles de víctimas
Existe constancia gráfica de la práctica de vivisecciones y autopsias en prisioneros moribundos. Algunas, realizadas por el propio Ishii. La mayor parte de las pruebas de su existencia fueron destruidas, aunque se salvaron numerosas fotografías. Los centros de experimentación fueron destruidos mediante explosivos durante los días próximos al final de la Guerra. Antes, mataron a todos los prisioneros y los trabajadores civiles chinos, mediante inyecciones de cianuro potásico. Algunos historiadores cifran las muertes causadas por el Escuadrón 731 entorno a las 200.000.
No hubo ningún juicio contra los médicos del Escuadrón 731. Ishii fingió su propia muerte e intentó huir. Pero fue arrestado por los estadounidenses en 1946. Tanto él como otros integrantes del Escuadrón 731 lograron negociar su inculpación e inmunidad en el Juicio de Tokio de 1946. A cambio brindaron todos los datos sobre guerra biológica obtenidos de sus experimentos con seres humanos.
Ishii, el médico criminal de guerra nunca juzgado, abrió una clínica de atención gratuita. Murió en Tokio de un cáncer de garganta, tras convertirse al cristianismo, en 1959. Tenía 67 años de edad. Una conspiración de silencio sigue rodeando estos hechos. En palabras de los propios perpetradores, fue «el secreto de los secretos».