Un paseo por Auschwitz, el mayor campo de exterminio del nazismo
Algunos lugares no nos ofrecen una bonita estampa, más bien constituyen el escenario de una pesadilla que desgraciadamente fue muy real, recordándonos lo cruel y despiadada que puede llegar a ser la especie humana. Visitarlos no es ni de lejos agradable, pero no por ello deja de ser necesario hacerlo. Visitar el complejo de campos de concentración de Auschwitz, en Polonia, es algo así. Sus instalaciones se recorren con un constante nudo en el estómago, pues nos ayudan a conocer un poco más la barbarie que allí se vivió. Decimos un poco más porque resulta imposible conocer el sufrimiento físico y psicológico que padecieron los prisioneros, así como entender el funcionamiento de las mentes que planificaron algo semejante.
Con una superficie mayor a 5 km cuadrados, Auschwitz fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo, donde se calcula que fueron enviadas cerca de un millón trescientas mil personas, de las cuales murieron un millón cien mil, la gran mayoría de ellas judías.
Las autoridades de las SS (una organización militar, policial, política, penitenciaria y de seguridad de la Alemania nazi) crearon tres grandes campos principales cerca de la ciudad polaca de Oswiecim: Auschwitz I, Auschwitz II, construido posteriormente como campo de exterminio, y Auschwitz III, que fue bombardeado por los aliados en 1944.
Las instalaciones de los campos I y II se conservan en excelentes condiciones, lo que permite conocer los antiguos barracones, las cámaras de gas y los hornos crematorios.
En la puerta de entrada al campo Auschwitz I se puede leer el lema en alemán «Arbeit macht frei» (El trabajo os hará libres), con el que recibían a los prisioneros.
Esta frase de «bienvenida» pretendía hacer creer a los recién llegados que algún día saldrían del campo, cuando en realidad la mayoría sólo pasaban por esta puerta una sola vez.
Los primeros en llegar al campo fueron los prisioneros políticos del ejército polaco, pero no tardaron en seguirles miembros de la resistencia, intelectuales, homosexuales, gitanos y judíos.
El campo estaba dividido en diferentes bloques y entre ellos destacaba el número 11, conocido como «el bloque de la muerte». Era el lugar en el que se aplicaban los castigos a los prisioneros. El castigo más común consistía en encerrar a 5 personas en una oscura y minúscula celda de un metro cuadrado, durante días, sin comida ni bebida.
En el bloque 10 los médicos realizaban todo tipo de crueles experimentos con los presos. Hombres, mujeres y niños eran salvajemente utilizados y sufrían brutales operaciones sin anestesia, castraciones o esterilizaciones forzosas, entre otros muchos daños.
El bloque 29 albergaba un prostíbulo que se utilizaba para premiar a prisioneros privilegiados. La mayoría de las prostitutas eran prisioneras esclavizadas (es uno de los capítulos más desconocidos de la historia de Auschwitz). Allí muchas mujeres fueron obligadas a prostituirse y a mantener relaciones con entre 6 y 15 hombres diferentes al día.
Desde la apertura de Auschwitz I, las detenciones de judíos no pararon de aumentar por lo que, apenas un año después (1941), Himmler ordenó la construcción de un nuevo campo de concentración en el que ubicar a los nuevos presos. Sería conocido como Birkenau (Auschwith II) y estaría ubicado en la localidad de Bikernau, a 3 kilómetros del campo principal.
Con 250 barracones de madera, el campo de concentración de Auschwitz II fue el de mayor tamaño, y es el que la mayor parte de la gente conoce como Auschwitz. Fue construido como parte del plan de la Alemania nazi conocido como “Solución final” con el que se pretendía aniquilar a toda población judía.
Auschwitz – Birkenau no era un campo de trabajo igual que los demás, pues su única función era exterminar a los prisioneros que entraban en él. Para ello fue equipado con cinco cámaras de gas y hornos crematorios, cada uno de ellos con capacidad para 2.500 prisioneros.
Los prisioneros llegaban aquí mediante los convoyes de la muerte, que estaban formados por vagones de madera destinados al ganado. Allí viajaban durante días decenas de presos apretados los unos contra los otros, sin agua ni alimento. Además, se veían obligados a convivir con la orina y heces de todos los prisioneros, junto con los cadáveres de quienes fallecían por el camino.
Al llegar a Auschwitz II y tras el terrible viaje, los prisioneros eran examinados y seleccionados: Los prisioneros que por su condición física o mental no estaban capacitados para trabajar, iban a parar directamente a las cámaras de gas o bien eran empleados para la realización de experimentos; los que sí estaban capacitados eran enviados a los campos de trabajo, donde trabajaban hasta que morían de fatiga, desnutrición, infecciones… La esperanza de vida para los presos de Auschwitz era de entre 1 y 4 meses.
En las cámaras de gas los prisioneros eran asfixiados con el famoso gas Zyklon B, un pesticida hecho a base de cianuro elaborado en la fábrica IG-Farben (dedicada a fabricar productos químicos desinfectantes).
Las cámaras de gas eran recintos subterráneos camuflados como duchas colectivas y tenían capacidad para entre 1000 y 2500 personas.
Los SS y personal del Sonderkommandos (grupos de prisioneros destinados a trabajar forzosamente en las cámaras de gas y crematorios) se encargaban de conducirles, mediante el engaño, a las duchas, donde supuestamente iban a ser desinfectados. Una vez se cerraban las puertas herméticas se procedía a la liberación del pesticida a través de unos orificios dispuestos en la parte superior de la cámara.
Después de 20 minutos de agónicos espasmos y convulsiones, todas las víctimas habían muerto por asfixia.
Cuando todos habían muerto inspeccionaban a los difuntos por si poseían algún objeto de valor (dientes de oro, pendientes…) y les cortaban el pelo, que era vendido para la fabricación de pelucas, almohadas y telas, algunas de ellas utilizadas para fabricar los abrigos de los nazis.
Una vez habían sido despojados de todo lo aprovechable, eran llevados a los hornos crematorios, donde eran incinerados. Los grupos de prisioneros que trabajaban en los hornos agrupaban los cuerpos en categorías de combustibilidad siguiendo los experimentos realizados por las SS para reducir el consumo de combustible.
Resumiendo, en los experimentos se incineraron cuerpos bien alimentados con cuerpos desnutridos para determinar la combinación más eficiente.
Así se estableció que el procedimiento más económico y que ahorraba más combustible sería quemar los cuerpos de un hombre bien alimentado y una mujer desnutrida, o viceversa, junto al de un niño ya que, tal y como los experimentos habían concluido, con esta combinación, una vez hubieran prendido, los cuerpos seguirían quemándose sin necesitar más coque.
Teóricamente y según los informes de las SS, en cada uno de los crematorios eran quemadas a diario unas 10.000 personas. Sin embargo y aunque parezca mentira, llegó un momento en el que el número de cadáveres superó la capacidad de los hornos crematorios y las SS tuvieron que recurrir a grandes piras y fosas para deshacerse de las pilas de cadáveres.
Así, un tiempo después, la incineración en fosas se convirtió en el método principal de eliminación de cadáveres. Las fosas tenían canalizaciones en un lado que recogían la grasa humana. Para mantener las fosas ardiendo, los trabajadores asignados a esta tarea vertían aceite, alcohol y grandes cantidades de grasa humana hirviendo sobre los cadáveres. La grasa también era utilizada para fabricar jabones.
Las cenizas abonaban los campos (eran frecuentemente vendidas a empresas de fertilizantes), drenaban los pantanos o simplemente eran vertidas en ríos y estanques de los alrededores.
Los caminos que separaban los bloques estaban marcados por alambres y vallas electrificadas. La máquina de matar funcionaba perfecta: no había forma de escapar con vida de ese lugar.
La depresión, el miedo y la impotencia acompañaban a los prisioneros día a día. Así que después de todo el horror vivido, no es de extrañar que muchos prisioneros, cansados de tanta agonía y sufrimiento, optasen por suicidarse. De hecho, se sabe que muchos se arrojaban a las verjas electrificadas para quitarse la vida…