Spiricom, un dispositivo ideado para comunicarse con los muertos
La muerte es una dimensión llena de enigmas que la ciencia, todavía, no ha conseguido explicar. El miedo a lo desconocido y el dolor ante la perspectiva de no poder volver a ver a nuestros seres queridos fallecidos, han suscitado muchas teorías sobre como contactar con el más allá y ello ha conllevado la creación de diferentes artefactos que actuarían como una puerta entre dos dimensiones: la vida y la muerte. Un ejemplo bien conocido de ello es el Spiricom, un mecanismo que aspiró a comunicarse con los muertos.
A mediados del siglo XX los avances de la ciencia y la tecnología nos abrieron las puertas hacia nuevos conocimientos, nuevos ámbitos, todavía sin explorar. Se dedicaron muchos esfuerzos en diferentes campos de la medicina y la astronomía, así como también en campos más oscuros e inquietantes. Los llamados técnicos o especialistas del EVP, voces electrónicas o simplemente, psicofonías, sostenían que para poder comunicarnos con el «más allá» era necesario un mecanismo dotado de energía capaz de registrar palabras o frases cortas.
En los años 70 se creó metascience fundation, una organización sin ánimo de lucro con sede en Kingston, Rhode Islan, dedicada a investigar fenómenos paranormales. Estaba formada por ingenieros, científicos, médicos y todo tipo de personal de prestigio en distintas materias. A principios de los 80, William O’Neill, técnico electrónico encargado del área de desarrollo de nuevos dispositivos de la fundación, junto a George Meek, inventaron el Spiricom (o Mark IV), una máquina que según sus creadores, era capaz de registrar hasta 20 horas seguidas de voces del «otro lado».
Técnicamente, el Spiricom se compone de un generador de tonos (13 tonos en distintas frecuencias), un modulador, un emisor de radio y un receptor.
Bill sostenía que los seres de otro plano podían actuar sobre las ondas que viajaban por el aire, de modo que en eso consistía el invento: emitía los tonos seleccionados en una frecuencia de radio determinada (que rebotaban) para luego recibirlos y comprobar si los tonos emitidos habían sufrido algún cambio.
Las ondas de radio, nos permiten conocer la naturaleza de los objetos en los que rebotan, ya que su frecuencia y amplitud varían en función de la naturaleza de ese objeto. Bill se basó este mismo principio. De esta forma las frecuencias de las ondas emitidas por el dispositivo variarían al interactuar con las «voces del más allá» y esa variación sería registrada por el dispositivo.
Con los años se siguió perfeccionando esta técnica que, supuestamente, daba tan buen resultado para comunicarse con los muertos.
Los técnicos dejaron a libre acceso los planos del dispositivo, para que todo aquel que lo deseara, continuara con el proyecto. A día de hoy, podemos encontrar en internet diversos fragmentos grabados por Bill en los que conversaba, dicen, con un ser del «otro lado», que fue identificado como el Doctor Muller.
Muller fue un ingeniero de la NASA que falleció en el año 1967 (parece ser que la identidad está corroborada). En sus primeras conversaciones con Bill, muy técnicas, le ayudaba a perfeccionar el Spiricom, y en sus últimas intervenciones le advertía de que pronto pasaría a otro plano existencial en el que sería imposible la comunicación, por lo que debían darse prisa en acabar el proyecto.
Las conversaciones entre Bill y Muller cesaron tal y como este último le había dicho: «pronto ascenderé a otro plano existencial en el que no podremos comunicarnos nunca más». Luego la máquina quedo en el olvido…