Los ‘Post-it’ se inventaron por una casualidad
Son los finales de los años setenta; Art Fry, químico de la compañía 3M e integrante de un coro de iglesia, está harto de perder el separador de páginas de su libro de cánticos eclesiásticos. Pensó en que sería útil tener una cinta adhesiva que se pudiera despegar sin problema y sin estropear las páginas de los libros. Entonces, se le vino a la mente que, en 1968, su compañero Spencer Silver había creado un adhesivo con acrílico que no llegó a producir debido a su escaso poder de sujeción, ya que él lo que buscaba realmente era un pegamento muy fuerte para la industria aeroespacial.
Art Fry pensó que en ese invento inicialmente ‘inútil’ podía encontrar una buena solución para su problema y así no perder las páginas de su libro de cantos. Con ese adhesivo tan poco resistente y sin dejar residuos, pensó en que se podía utilizar para colocar boletines de noticias que se pudieran cambiar regularmente y sustituir así el clásico panel de corcho.
La idea fue útil y decidieron pulir el producto para lanzarlo al mercado. La cautela se impuso a la euforia y lanzaron una primera tirada escasa el año 1977 bajo el nombre de Post-It, que no tuvo gran éxito. Una ingeniosa estrategia de marketing, que se basó en regalar Post-It para que la gente los probase, caló entre la gente y en 1980 ya se vendía en todo Estados Unidos. Un año después, llegó al viejo continente.
Hoy en día, lo que nació como una casualidad y con su característico color amarillo, disfruta hoy de una gran popularidad y de una gran paleta de colores y de tamaños. De hecho, es tal su popularidad que la Real Academia Española ha incluído en su diccionario la palabra ‘pósit’.