La tumba de Rudolf Nureyev es una obra de arte
En el cementerio de Sainte-Genevieve-des-Bois, en París, se encuentra la tumba de Rudolf Nureyev, el famoso bailarín clásico. A simple vista, parece que la tumba está cubierta por una delicada alfombra hecha a mano. Sin embargo, no se trata de una tela, ni de una alfombra, sino que es un mosaico artesanal, cuyo diseño espectacular simula ser una gran alfombra.
El kilim de la tumba de Rudolf Nureyev
Está diseñada por uno de los amigos de Nureyev, Ezio Frigerio, imita a un maravilloso kilim. El kilim es una técnica rusa para tejer alfombras artesanales que, antiguamente, los utilizaban para cubrir los ataúdes de los errantes.
El mosaico que cubre el ataúd de Nureyev es tan realista que se convirtió en la principal atracción del cementerio parisino. En este cementerio reposa también Sege Lifar, quien fuera director del ballet de Moscú. Suele ocurrir, que nombran a este campo santo como el cementerio ruso de París, pues en él están las tumbas de muchos exiliados e inmigrantes.
Un niño apasionado por la danza
Rudolf Jamétovich Nureyev está considerado como uno de los más excelsos bailarines del siglo XX. Nació en la ciudad de Irkutsk, en la entonces Unión Soviética, el 17 de marzo de 1938, en el seno de una familia pobre. Su padre, era soldado, y lo trasladaban constantemente junto a su esposa y cuatro hijos. La familia vivía con una economía muy precaria. Por ello es que Rudolf vestía la ropa que heredaba de sus hermanas mayores.
A los 5 años, su madre lo llevó a ver por primera vez una función de ballet. Así nació en el niño la pasión que marcaría su vida. Sin embargo, el gusto de Rudolf por la danza no era una buena elección para su padre, quien no veía bien esto y por ello lo azotaba para que cambie de opinión.
La talentosa maestra de danza, Anna Udaltsova, quien ya brillaba en la prestigiosa compañía Diaghilev, detectó el asombroso potencial del joven. Desde ese momento, se convirtió en su mentora y guía, moldeando su camino hacia la grandeza en el mundo del ballet.
A medida que Rudolf crecía y perfeccionaba su arte, el destino le tenía preparado un encuentro que marcaría un punto de inflexión en su carrera. Conocería a Elena Vaitovich, otra notable figura del mundo de la danza, y junto a Anna, convencerían a Rudolf de embarcarse en un emocionante viaje hacia la Escuela Coreográfica de Leningrado. Así comenzaría una etapa llena de desafíos y aprendizaje, donde Rudolf florecería como un talento extraordinario. Nureyev se graduó en 1958 y comenzó su ascendente carrera que lo llevó a la cima y fue admirado en todo el mundo.
Uno de los bailarines más destacados del siglo XX
En 1961, la compañía en la que se desempañaba tenía que realizar una gira por Europa, e incluyeron al bailarín a último momento. Estando en París y antes del regreso a la Unión Soviética, el 17 de mayo de 1962 Nureyev pide asilo político a Francia. Fue allí, donde comenzó la etapa de su carrera que lo llevó a convertirse en uno de los mejores bailarines del siglo XX.
Tenía un refinado gusto por las alfombras artesanales. En una representación de Romeo Y Julieta en París, conoció a Ezio Frigerio, con quien trabó una cálida amistad. Fue Frigerio quien diseñó el mosaico que cubre la tumba de Rudolf.
En 1983 fue diagnosticado con VIH, la enfermedad que acabaría con su vida tan solo a los 55 años. Rudolf Nureyev murió en 1993 en París.