La tortuga gigante de Floreana podría «volver» de la extinción
Ver como disminuye la biodiversidad a medida que crece proporcionalmente el número de especies extintas es desolador. Pero el avance de la ciencia no quiere solo poner freno a esta masacre, sino también recuperar a aquellos animales que ya no están entre nosotros.
Un equipo de investigadores internacionales dirigidos por científicos de la Universidad de Yale están tratando de traer de vuelta a la Tierra a un animal extinguido, la tortuga Floreana –Chelonoidis elephantopus-, una de las cuatro tortugas gigantes que se ha declarado extintas. Este animal era propio de la isla con el mismo nombre, que está a unos 900 kilómetros de la costa pacífica de Ecuador.
Chales Darwin visitó la isla en 1835. Poco después, estos reptiles se extinguieron, la mayoría asesinados por su carne. Otros murieron por resultados de especies foráneas, como gatos y ratas, llevados a la isla por los humanos.
Este retorno será posible porque las Islas Galápagos son el hogar de unas especies de tortugas gigantes con una ascendencia muy similar a la Floreana, algo que hay que agradecer a los marineros de la época.
Los registros muestran que los balleneros y los piratas tiraron muchas tortugas Floreanas en la bahía de Banks para aligerar su carga. Las tortugas se mezclaron con las especies nativas para producir los antepasados de los animales que aún hoy en día pueblan esa zona. «La ironía es que esta especie tiene una segunda oportunidad por la misma razón por la que murieron: por la actuación de los marineros de hace 200 años», afirma Adalgisa Caccone, autora del estudio.
Los investigadores han publicado en Nature que han encontrado suficientes tortugas con ADN similar para comenzar un programa de cría. Han seleccionado 32 tortugas, de las cuales destacan dos de ellas, que según las investigaciones realizadas podrían ser casi «purasangres» -hecho que significaría que la tortuga Floreana no está del todo extinguida-.
Por excitante que pueda sonar, se necesitará el paso de varias generaciones para que el experimento funcione -si es que funciona-. Pero como comenta la misma experta, «es mucho más fácil destruir que restaurar», así que a pesar de que tarde tiempo, es por un gran bien.