Final feliz para el rocambolesco secuestro de una galleta gigante
Seis meses después de que el emblema de la fábrica galletera desapareciese una noche sin dejar rastro, los 20 kilos de dulce regresaron a su lugar, el ornamentado pendón a hombros de dos forzudos metálicos sobre el portón del edificio de 1911 de su sede central. Bahlsen organizó una mañana un pequeño acto para restaurar la galleta –convertida ya en icono mediático en Alemania– y tratar de pasar página cuanto antes, pese a que el misterioso secuestro sigue sin haberse resuelto.
«El Monstruo de las Galletas nos robó algo y nosotros lo hemos recibido de vuelta. El asunto está, para nosotros, cerrado», zanjó Werner Bahlsen, presidente de la empresa y descendiente de los fundadores.
Su particular tragedia, con hilarantes visos cómicos, comenzó el pasado 21 de enero, cuando a primera hora de la mañana los empleados de administración de la central descubrieron, al llegar a trabajar, que la galleta gigante situada sobre la puerta desde hacía más de un siglo había sido robada. La dirección se puso rápidamente en contacto con la policía de Hannover y ofreció a través de los medios de comunicación una recompensa de 1.000 euros para quien diese con el paradero con el emblema que representa su galleta más célebre, la Leibniz rectangular ribeteada con 52 dientes.
Los ladrones se comprometían a devolver el emblema de Bahlsen a cambio de un donativo en especie al hospital infantil de Hannover y de que la recompensa ofrecida fuese a un refugio local para animales abandonados.
El patriarca de la empresa accedió entonces a entregar 52.000 paquetes de galletas a 52 instituciones benéficas para satisfacer las exigencias de los secuestradores y éstos se mostraron satisfechos. Al día siguiente llegó al periódico local otro anónimo en el que anunciaron su disposición a devolver la galleta, aunque sin detallar cómo.