El fotógrafo que nadó con osos polares
Es, realmente, un fotógrafo extremo. Sus incursiones bajo el agua siempre están acompañadas de riesgo. «El miedo me hace estar alerta. No me ha impedido hacer nada», dice Amos Nachoum. Se le reconoce internacionalmente por sus imágenes submarinas. Suma una hazaña más, ahora. Es el fotógrafo que nadó con osos polares… y vive para contarlo.
Tiburones y otros depredadores
Desde la Antártida hasta el Alto Ártico, ha buceado en entornos extremos. Capta algunos de los más magníficos y escurridizos depredadores que viven bajo el agua. Ballenas azules, orcas, anacondas, cocodrilos del Nilo, tiburones… sin usar una jaula de seguridad.
«Quería mostrar en una imagen lo que supone lidiar con el Gran Blanco», cuenta. «Si no los provocamos, si no los importunamos, podemos estar con ellos pacíficamente». Estaba a un metro de distancia cuando fotografió a un gran tiburón blanco. El fotógrafo israelí ve elegancia, poder y belleza en el animal.
Amos, de joven, hizo el servicio militar, obligatorio en Israel. Luchó en la guerra árabe-israelí de 1973. Quedó traumatizado por la violencia y dejó Israel para empezar una nueva vida en Estados Unidos. Allí fue taxista y tuvo trabajos ocasionales, hasta que se le ocurrió realizar fotografía submarina.
Tenía un sueño particular: ser el primer hombre en fotografiar un oso polar, en el agua. Recuerda que su padre lo calificó de «misión suicida» cuando se enteró. Sin inmutarse, Amos se dirigió al norte, al Ártico, en la primavera del año 2000. Con la ayuda de un guía inuit local, avistó un oso polar macho y se lanzó al agua.
Nadando con osos
Había leído que los osos polares no podían sumergirse más allá de los 10 metros de profundidad. «El oso polar es muy pesado. Tiene mucha grasa en su cuerpo y en su piel. Tiene que esforzarse mucho para bajar», sostiene. Décadas de experiencia le han enseñado a buscar señales en un animal que puedan indicar que un ataque es inminente.
Cuando el oso se acercó a seis metros de él, Amos se sumergió, y el oso le siguió. «Entonces fue un drama», relata. «Estaba a unos 15 o 17 metros y seguía bajando. Sólo podía ver sus zarpas, la nariz y el hocico. Sinceramente, me asusté». Amos tenía pocas posibilidades de luchar o huir del gran carnívoro.
«Cuando estaba a unos 75 pies (22 metros), miré hacia arriba. En lugar de encararme verticalmente, hacia mí, el oso estaba más horizontal y nadaba a ese nivel». Sobrevivió. Y, por suerte, cuando volvió a subir a la superficie, el oso polar se había ido.
La segunda oportunidad llegó años más tarde. Su alumno, Yonatan Mir, realizó un documental sobre él, lo que les llevó a ambos al Ártico en 2015. Se consiguió un presupuesto de un millón de dólares para el proyecto. Una suma que les permitiría estar sólo cinco días. Buscaron durante cuatro días sin suerte, hasta que llegó el preciado momento.
La oportunidad
«Los vimos bajar la colina y meterse en el agua». Por fin avistaron a una madre osa con sus dos cachorros. Sería la primera vez que se fotografiase a una osa polar con dos cachorros en esas circunstancias. Esta vez Amos tenía un compañero de buceo, Adam. Estaba allí para filmar el acontecimiento.
«Se acercaban cada vez más y directamente hacia nosotros. Miré a Adam y me quité el regulador de la boca, sonreí y volví a poner el regulador y bajé», recuerda Amos.
«Ella (la osa polar) se acercó por encimas de nuestras cabezas. Me di la vuelta para hacerle una foto». La imagen que tomó era la silueta de un oso. Esperó a la toma que mostrara a los osos mirándole. «La madre osa estaba inicialmente por encima del agua. Luego bajó la cabeza… Estuve haciendo clic sin parar, todas las fotos que pude hacer».
Su padre falleció antes de que Amos pudiera regresar a Israel. Pero a su regreso, v<el fotógrafo que nadó con osos polares visitó el cementerio. Se llevó la foto enmarcada del oso polar para colocarla en su tumba.
«He conseguido algo que él no creía que pudiera». Pero el famoso fotógrafo también añade: «Me retó a ser lo mejor que puedo ser».