El extraño síndrome del ciempiés
Es muy probable que te haya sucedido. ¿Alguna vez dudaste si habías cerrado la puerta de tu casa al salir? Lo cierto es que es muy probable que sí lo hayas hecho, solo que es como un automatismo. Lo haces sin ser consciente del hecho que ejecutas. Todos tenemos esas habilidades que nos sabemos de memoria. Y entonces aparece el extraño síndrome del ciempiés. ¿De qué se trata?
Una rima juguetona escrita en el siglo XIX originó el concepto: Un ciempiés paseaba contento / Hasta que un sapo burlón / Le dijo: «Cuéntame, ¿en qué orden mueves las patas?» / Esto le llenó de dudas hasta tal punto / Que cayó desconcertado en el camino / Sin saber cómo correr.
Ley de Humphrey
Se le atribuye a Katherine Craster, y se dice que se publicó en una colección de poesía en 1871. Hubo algo que le abrió un lugar en la ciencia. En 1923, el psicólogo y filósofo George Humphrey la describió como «una rima muy psicológica». Dijo que comprendía «una verdad profunda». En su libro «La historia de la mente del hombre» (1923), Humphrey subrayó algo. «Nadie que sea experto en un oficio necesita poner su atención constante en el trabajo rutinario». De hacerlo, «es probable que el trabajo se arruine». Así se proclamó la «ley de Humphrey».
Una vez que se aprenden ciertas tareas y se convierten en algo natural, la mente no sólo ya no necesita centrarse en sus mecanismos. Si lo hace, puede interferir con la capacidad de realizarlas.
La ciencia de caminar
El filósofo Karl Popper también habló del extraño síndrome del ciempiés. Contó que el violinista Adolf Busch pasó un aprieto cuando le preguntaron cómo tocaba cierto pasaje de Beethoven. Era muy simple, pero al intentar demostrarlo, no pudo. También sucede al intentar explicar la ciencia de caminar. Lo comprobó el historiador y sociólogo de la ciencia Andreas Mayer. Analizó más de un siglo de investigaciones sobre la locomoción humana para su libro «La ciencia de caminar».
«Esta actividad mundana es recalcitrante a ser transformada en un objeto científico». Llamó a su conclusión: «El dilema del ciempiés». Y a todos nos puede pasar. Solo basta que te pregunten cómo haces eso que haces tan bien sin pensarlo para que te vuelvas un desastre al intentarlo.