Los biberones de arcilla de la prehistoria
Hace mucho tiempo los arqueólogos no estaban seguros de qué hacer con los peculiares recipientes de arcilla que aparecían durante las excavaciones de antiguas aldeas europeas. ¿Serían biberones de arcilla de la prehistoria? Las pequeñas tazas de cerámica con la parte superior abierta se ajustan fácilmente en una mano adulta. Pero tenían picos finos que sobresalían de ellas. Algunos fueron decorados con patrones geométricos; otros tenían forma de animales. ¿Eran para verter? ¿Para alimentar a los enfermos o ancianos?
Ahora, los científicos dicen que han resuelto el misterio. Analizaron los residuos que quedan dentro de tres vasos como los descritos. Los tres fueron encontrados en tumbas infantiles de la región alemana de Baviera. Datan entre 1200 a. C. y 450 a. C. Cuando los investigadores analizaron los rastros químicos en el interior de los vasos, encontraron ácidos grasos de la leche.
Pura leche de vaca
Tal y como explican en un artículo publicado en la revista Nature, los científicos creen que eran, en efecto, recipientes para niños porque en su interior han encontrado trazas de leche de distintos animales, como vacas y cabras.
«Estas vasijas son la primera y única prueba directa que muestra que los bebés de la prehistoria tomaban leche procedente de animales. Esto, unido a que estaban en tumbas de niños, apunta directamente a que estos recipientes eran utilizados para alimentarlos con leche animal (no humana) y/o como complemento alimenticio durante el destete», explica Julie Dunne, investigadora de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y autora principal del estudio.
Las vasijas de Bavaria
Este tipo de recipientes ya se habían visto en yacimientos neolíticos europeos del 5000 a. C. Uno de los más antiguos se encontró en Steigra, Alemania, y se dató entre el 5500 a.C y el 4800 a.C. Según muestran los hallazgos arqueológicos, fueron haciéndose más comunes durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Hasta ahora se pensaba que podrían servir para dar de comer a niños porque eran pequeños y manejables para ellos, pero tampoco se podía descartar que hubieran sido concebidos para personas enfermas o con poca movilidad.
Para determinar para qué eran utilizados, los investigadores analizaron tres vasijas encontradas en Bavaria en tumbas de niños con edades comprendidas entre los seis años y menos de un año. Dos de ellas procedían de cementerios de la Edad del Hierro (datadas entre los años 800 a.C. y 450 a.C.) y la tercera de una necrópolis de la Edad del Bronce (1200-800 a.C). Medían sólo entre cinco y diez centímetros de diámetro y tenían un pitorro extremadamente pequeño.
Los residuos conservados en su interior resultaron ser ácidos grasos procedentes de productos animales, entre ellos leche fresca. Dos de los biberones prehistóricos habían almacenado leche de animales rumiantes. Mientras que en el otro había una mezcla de residuos, posiblemente de cerdo o de humanos. Sí: eran biberones de arcilla de la prehistoria.
¿Intolerante a la lactosa? Ya, evoluciona
«Realmente sabemos muy poco sobre la alimentación de los niños prehistóricos. Tenemos algunos conocimientos generales gracias a los isótopos hallados en los esqueletos encontrados en tumbas de Centroeuropa, de periodos entre el Neolítico y la Edad del Hierro, que sugieren que ya a los seis meses de edad se empezaba a darles suplementos alimenticios hasta los dos o tres años de edad», explica Dunne.
Por lo que respecta al consumo de leche por parte de los europeos, varios estudios científicos han mostrado que la leche ya se procesaba ya en recipientes de barro en Oriente Próximo hacia el 7000 a.C y en África hacia el 5000 a.C, repasa Dunne: «También sabemos que los antiguos egipcios y los romanos bebían leche».
Estos estudios, añade, intentan responder a una cuestión más amplia sobre la evolución del llamado gen de persistencia de la lactasa. Las personas con persistencia de la lactasa tienen en su ADN una mutación que mantiene activo el gen de la lactasa durante la edad adulta y, gracias a ello, pueden digerir la lactosa (que es el azúcar presente en la leche). Esta capacidad, señala la científica, es el resultado de la evolución humana.
Bueno, no hemos cambiado mucho en ciertos aspectos. Los bebés siguen bebiendo leche en biberones. Unos que no son tan distintos de los que nuestros antepasados milenarios tenían. No sé ustedes, pero yo iré por un latte ahora mismo.