La reliquia hallada a la vista de todos
¿Quién la encontró? Un excursionista. Es un posible recibo inscrito en un fragmento de cerámica. Tiene el nombre del rey persa Darío el Grande, de hace dos milenios y medio. La reliquia hallada a la vista de todos tiene una gran importancia.
“Recogí el ostracón [fragmento de cerámica usado como soporte de escritura en la antigüedad] y vi la inscripción. Me temblaron las manos”, dijo Eylon Levy. Es el excursionista que la halló. Fue en una excursión al desierto de Judea.
A la vista de todos
El ostracón tiene una inscripción en arameo. Dice «Año 24 de Darío», y data del 498 a.C. Darío I reinó entre 522 y 486 a. C. Es la primera evidencia escrita de su reinado. El sitio del hallazgo es la antigua ciudad de Lajish. Era una urbe próspera y un importante centro administrativo hace dos milenios y medio. Se cree que la inscripción es un recibo de los bienes recibidos o enviados.
La reliquia hallada a la vista de todos por parte de Levy fue entregada a las autoridades. La recibieron con cierto escepticismo. Semanas más tarde, comprobaron que era auténtico.
Levy encontró el ostracón en los restos del edificio de la administración real persa en Tel Lajish. Fue excavado por primera vez en 1930 y ha albergado a cientos de arqueólogos a lo largo de las décadas. Los arqueólogos creen que el ostracón pudo haber sido una nota administrativa. Algo como un recibo de mercancías o de su envío. La ciudad estaba en la provincia de Edom. El Deuteronomio 1:7 la describe como la provincia «más allá del río» del antiguo Imperio Persa.
Importante hallazgo
Lajish fue una floreciente ciudad cananea en el segundo milenio a. C. Y fue la segunda ciudad más importante del Reino de Judá después de Jerusalén. Ocupa un lugar destacado en el Antiguo y Nuevo Testamento, como escenario de batallas importantes.
En el año 701 d. C., el ejército asirio construyó una enorme rampa. Lo hizo para capturar la ciudad y los visitantes aún hoy pueden escalarla. Y con suerte, tal vez encontrar un tesoro arqueológico como el que halló el excursionista Levy. Él lo dijo: «lo encontré ahí mismo, en la rampa, bajo las narices de todo el mundo».