Hallan un mensaje en una botella después de 58 años
Corría el mes de abril de 1956 y el Instituto Oceanográfico de Woods Hole, en Cape Cod (Massachusetts, EEUU) estaba en pleno rendimiento.
El científico Dean Bumpus estudiaba como parte de su trabajo las corrientes marinas. Para ello, lazó hasta 300.000 botellas al océano Atlántico para rastrearlas.
Casi 58 años después, el biólogo Warren Joyce que estudiaba las focas en las costas de Nueva Escocia (Canadá) halló el 20 de enero en Sable Island, a 300 kilómetros de Halifax –capital de Nueva Escocia- una de las botellas entre una pila de desechos en una playa, aunque no se ha sabido hasta ahora. “Fue algo así como hallar un tesoro”, explicaba Joyce emocionado.
Esta botella es una de esas miles lanzadas al Atlántico entre 1956 y 1972 por el estudio de Bumpus. Un 10% de las mismas fueron halladas en años anteriores. Como cada una de ellas, contenía una pequeña nota en su interior en la que se explicaba que se trataba de un estudio del océano.
Joyce agregó que un 75% de la superficie de la botella había quedado esmerilado por la acción de la arena, pero que todavía se podía leer la inscripción “rompa esta botella” y así lo hizo. Fue entonces cuando encontró la nota de Bumpus.
El biólogo se puso en contacto con los científicos de Woods Hole y les dio toda la información que Bumpus requería en su nota. Como recompensa –la misma que prometieron en 1956- recibirá una monea de 50 centavos.
“No quería la recompensa pero dijeron que me la enviarían de todos modos”, afirmaba Joyce entre risas ante los medios.
En esa época no había otros medios para estudiar las corrientes, explicaba Steven Jayne, científico de Woods Hole al enterarse de la noticia. «No teníamos satélites para rastrear las corrientes como ahora”. Por eso lo único que se podía hacer era ver de dónde salía algo y a dónde llegaba».
Utilizando el número en la tarjeta, los trabajadores rastrearon la botella de Joyce con un grupo de 12 lanzadas cerca de Nova Scotia –nombre latino de Nueva Escocia- el 26 de abril de 1956 y concluyeron que Joyce la halló a unos 480 kilómetros de donde fue lanzada.