El funeral típico tibetano consiste en desmembrar el cadáver y dárselo de comer a los buitres
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En el Tibet los habitantes no suelen enterrar ni incinerar a sus difuntos, salvo a los niños, a las embarazadas y a los muertos por alguna infección. En resto de cuerpos son entregados a las aves carroñeras (los «daikini«) que de esa forma perpetúan el ciclo de la vida. Tras la muerte de una persona se realizan tres días de rezos por parte de los monjes para ayudar al alma del fallecido a avanzar al «bardo» o estado intermedio anterior a la reencarnación. Al finalizar este rito, los familiares se trasladan con el cadáver a un lugar alejado en las montañas. El encargado del ritual corta la carne y los músculos del cuerpo, para facilitar la labor de los buitres. Cuando, minutos después, solo quedan los huesos esparcidos, estos se recogen y machacan con una harina llamada «tsampa» y entregados de nuevo a las aves que se comen los últimos restos.