El patrimonio cultural es otra víctima de las guerras
El patrimonio cultural de un país es parte de lo que se pierde durante una guerra. Toda guerra es símbolo de destrucción y muerte. Al cobro de vidas humanas, sin distinción de niños y ancianos, se le suma la destrucción de hospitales, casas y edificios públicos. Y no es algo del pasado, está sucediendo en la actualidad en Ucrania.
Aunque, a toda esa barbarie humana, se le suma la destrucción, a veces sistemática, del patrimonio cultural. Edificios como el Teatro de la ciudad de Mariúpol o el monasterio de Svyatohirsk quedaron destruidos por los bombardeos. En el caso del monasterio, era el más antiguo de Ucrania, ya que los escritos lo datan en el siglo XVI.
En La Haya hay un acuerdo firmado para preservar el patrimonio cultural durante una guerra
La UNESCO publicó un aviso sobre lo frágiles que son los monumentos y los bienes culturales. También, en Ucrania hay restos de ciudades griegas antiquísimos. Por esa razón, el organismo internacional pide que se respeten los compromisos que se firmaron en 1954 en La Haya. El acta firmada es una convención para preservar el patrimonio cultural. Los países firmantes se comprometieron a hacer todo lo que esté a su alcance para no destruirlo.
Ucrania posee un patrimonio cultural de unos 140 mil objetos de valor censados. Además, hay 132 mil monumentos y sitios arqueológicos. Alrededor de 500 de ellos, son de importancia nacional. Además, tiene 402 ciudades declaradas como sitios históricos.
Cuenta con siete bienes culturales que son Patrimonio Mundial de la UNESCO:
- La Catedral de Santa Sofía y el Monasterio de las Cuevas.
- El Centro histórico de Leópolis.
- La residencia de los metropolitanos de Bucovina y Dalmacia.
- La ciudad antigua del Quersoneso.
- Las Tserkvas de madera en la región de los Cárpatos.
Sin embargo, a lo largo la historia, muchos bienes se han perdido a causa de los conflictos armados. Y se seguirán perdiendo mientras los humanos no entiendan que las guerras son para beneficio de pocos en detrimento de millones.
En muchos casos, la destrucción del patrimonio cultural se considera como una táctica para debilitar moralmente al enemigo. En la actualidad, como en el pasado, la destrucción de bienes culturales se convirtió en una herramienta bélica.
La historia es testigo de pérdidas irrecuperables
Destruyeron bienes irrecuperables como la Biblioteca de Alejandría. Fue con un incendio intencional y acabó con libros y documentos invaluables. La mutilación del Partenón Griego en Atenas, como parte de la guerra de la Liga Santa en el siglo XVII.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos indiscriminados nazis también destruyeron bienes culturales muy valiosos. Y en pleno siglo XXI, los talibanes destruyeron patrimonios culturales invalorables, como los Budas de Bamiyán. Con el solo objetivo de destruir todo lo que no pertenezca a la cultura musulmana.
Así, en la ciudad de Tombuctú, la histórica ciudad de los 333 Santos, fueron destruidos centenares de lugares históricos antiquísimos. Templos religiosos, mausoleos, bibliotecas, esculturas, monumentos y reliquias arquitectónicas quedaron reducidos a escombros.
La destrucción de bienes culturales no es cosa del pasado. Sigue ocurriendo y continuará mientras haya guerras, es algo intrínseco adosado a ellas. Sin embargo, lo más lamentable de una guerra sigue siendo el horror, la muerte y la desolación que deja a su paso. Algo que quienes proyectan las tácticas y estrategias de una guerra no pueden ni quieren evitar.