Conoce la lista de compras de Galileo
Fue anotada en 1609… y es más que una simple lista
Seguramente has anotado en cualquier papel, alguna vez, tus compras del día. También se hacía 400 años atrás. Conoce la lista de compras de Galileo, que llegó hasta nuestros días, y que es importante por lo que se relaciona con ella. Uno de los grandes inventos de la historia.
Hablemos del catalejo. Por el tiempo de Galileo, el catalejo podía ampliar el tamaño de los objetos de 2 a 3 veces su tamaño. Era útil, por supuesto, y era útil a los navegantes. Pero entonces llegó a manos de Galileo. En ese tiempo era un profesor de matemáticas.
Entusiasmado, encontró en un solo día cómo fabricar su propia versión. Usando sus conocimientos de lógica y cálculo, en la segunda versión que hizo del catalejo obtuvo una imagen hasta nueve veces más grande.
Así lo escribió en una carta a sus amigos:
«Aplicando mi ojo a la lente cóncava, vi objetos satisfactoriamente grandes y cercanos. Parecían estar a un tercio de la distancia y nueve veces más grandes que al mirarlos solo con el ojo al natural«.
Pero Galileo quería más. Quería, por ejemplo, fama y fortuna con sus inventos. Estaba dispuesto a fabricar un catalejo que deslumbrara al propio Dux de Venecia, Leonardo Donato.
Vamos de compras con Galileo
Antes de realizar un viaje a Venecia, fue redactada esta lista de compras de Galileo. Tal como hacemos nosotros, usó el reverso de un papel que encontró por ahí. Era una carta que había recibido, sin ninguna importancia. La lista nos luces sobre sus gustos y compras cotidianas.
- Zapatillas de piel y un gorro pequeño para Vincenzo (su hijo)
- La caja con las cosas de Marina (Gamba, su compañera)
- Lentejas, garbanzos blancos, arroz, pasas, trigo
- Azúcar, pimienta, clavo, canela, especias, mermeladas
- Jabones, naranjas
- Dos peines de marfil
- Malgavia (un vino importado de Grecia) del señor Sagredi (uno de sus mejores amigos en Venecia)
- Dos bolas de artillería
- Tubo de órgano de estaño
- Trípoli
- Pedazos de espejo
- Colofonia
Sí. Nos da una idea de sus gustos, como las naranjas y las especias. Pero los últimos elementos de su lista nos indican lo que buscaba también.
No tenía la intención de comprar balas de cañón ni los moldes para hacerlas, por ejemplo, sino de una culebrina (pieza de artillería de la época) cuyo diámetro es de unos 5 centímetros. Estaba considerando usar eso o algo similar para moldear las superficies cóncavas y convexas de los lentes.
Respecto a Trípoli, se refería a un tipo de arena hecha de los esqueletos de unos organismos marinos microscópicos llamados radiolarios que originalmente fue encontrada en Libia. Cerca a Trípoli, de ahí el nombre. Desde el Medioevo se usaban para esmerilar y pulir superficies de vidrio o metal.
Y esa colofonia servía como goma, ya sea para fijar el lente temporalmente a algo o para frotarlo y limpiarlo, pues es la resina natural de algunos árboles y su consistencia es la del chicle.
Uno de los telescopios más famosos
Estos y otros nueve ítems de la lista le ayudaron a los historiadores averiguar qué materiales y cuáles métodos usó Galileo para crear uno de los telescopios más famosos de la historia. Según el Sidereus Nuncius, podía aumentar el tamaño de la imagen más de 30 veces.
Por supuesto, es lo que hizo después con su revolucionario instrumento lo que cambiaría su vida para siempre. También la relación de la humanidad con el cosmos.
Lo apuntó al cielo.
Y lo que vio fue absolutamente asombroso.
Vio que la superficie de la Luna, lejos de ser perfectamente esférica como había dicho Aristóteles -lo que se seguía considerando cierto casi 2.000 años después de su muerte-, estaba «llena de cavidades y prominencias, no muy diferente de la faz de la Tierra».
Descubrió que la Vía Láctea era, de hecho, «una serie de innumerables estrellas». Supo que Júpiter tenía cuatro lunas propias. Que Venus tenía fases similares a la Luna; y hasta notó imperfecciones en el Sol.
Hasta entonces, los astrónomos se comportaban -como escribió frustrado Galileo- «como si el gran libro del Universo hubiera sido escrito para ser leído por nadie más que Aristóteles«.
Pero cada descubrimiento que hacía, ponía más en tela de juicio esos conocimientos adquiridos. Y llevaba a Galileo a sospechar que lo que había dicho el astrónomo polaco Nicolás Copérnico medio siglo antes era cierto. La Tierra giraba alrededor del Sol. Y eso por su puesto lo enemistó con la Iglesia.
Mirando las estrellas
Con la creación de estos instrumentos, de repente todos podían mirar hacia el cielo y eso transformó la forma en que pensábamos sobre la verdad y la evidencia, bases para la ciencia.
Científicos y aficionados podían ver las cosas por sí mismos, de manera que ya no tenían que aceptar la autoridad de otros sin ponerla a prueba.
En ese sentido, el telescopio condujo a la democratización del conocimiento.
Nuestro Universo se expandió como nunca antes y nuestra comprensión de nuestro lugar en él se alteró.
Y en una simple lista, la lista de compras de Galileo, está el germen de esta revolución. Piensa en eso cuando anotes en cualquier hoja lo que vas a llevar de la tienda. Azúcar, pan… microchips, circuitos integrados. ¿Por qué no?