Clara Petacci, la amante de Mussolini
A 75 años de su muerte
No fue su única amante, está claro. Pero fue la más importante. La que murió a su lado, fusilada, un 28 de abril hace 75 años. Sucedió en 1945. Clara Petacci, la amante de Mussolini, era 29 años menor que él. Lo conoció en Ostia, una playa en las afueras de Roma. Él ya tenía diez años como dictador y estaba casado. Clara apenas tenía 20 años.
Lo cuenta el historiador de la Universidad de Oxford Richard J. B. Bosworth. Escribió una biografía de Clara Petacci, la amante de Mussolini. “Ella venía de una familia romana burguesa. Su padre formaba parte del equipo médico del Papa Pío XI. Su madre era muy católica. Pero ambos padres incentivaron la relación extramarital”.
La favorita
Solían encontrarse en misa los domingos. Luego pasaban la tarde del domingo teniendo relaciones sexuales en la oficina de Mussolini. Todo un pícaro, el dictador. Pero Clara no era una más de las muchas jóvenes y hermosas mujeres que pasaron por la vida del il Duce. Hubo una pausa en su relación, entre 1934 y 1936. Ella contrajo matrimonio y luego se separó de un teniente de la Fuerza Aérea. Pero volvió para ser la principal concubina del líder fascista.
Fue la única que tuvo su propia habitación en el Palazzo Venezia, donde Mussolini instaló su gobierno. Tenía guardaespaldas y chofer propio. A pesar de su corta edad, tenía un muy alto nivel cultural e intelectual. Registró muchas de las conversaciones en sus diarios. Fueron desclasificados y publicados por primera vez en 2009, causando revuelo.
La política Alessandra Mussolini es nieta del líder totalitario. Dijo que Petacci había sido «una acosadora» y aseguró mentía en esos diarios. Fueron escritos entre 1932 y 1938 y publicados bajo el título «Claretta Petacci, Mussolini Secreto». Describen el voraz apetito sexual del líder fascista.
«Hubo un tiempo en que tenía a 14 mujeres y tomaba a tres o cuatro todas las noches, una tras otra», le contó a su joven amante. Los diarios también revelan muchas de las inseguridades de Mussolini, no solo como amante sino también como líder.
Los temores de Mussolini
Según Bosworth, muchas de las confidencias que hizo Mussolini eran preocupaciones que tenían que ver con su edad. Él se acercaba a los 60 años.
«Otra de las pequeñas obsesiones de Mussolini era si él era o no otro Napoleón. Cada vez que él le decía a Claretta: ‘Realmente no he logrado tantas cosas como Napoleón, ¿verdad?’, ella le aseguraba que no era cierto, y qué él era más inteligente y mejor».
Mussolini también compartió con su amante detalles de su relación con Hitler, a quien conoció por primera vez en 1934. Mussolini se vanagloriaba con su amante sobre su relación con el Führer. «Cuando me vio había lágrimas en sus ojos. Realmente me aprecia mucho», le dijo al regresar de la Conferencia de Múnich, en 1938, en la que se acordó la entrega a Alemania de parte del territorio de Checoslovaquia.
«El Führer es muy agradable», agregó, y lo describió como «una persona emotiva por dentro».
Siempre a su lado
Incluso después de que Mussolini fue derrocado, en julio de 1943, su amante se mantuvo a su lado. Permanecieron bajo arresto un par de meses. En septiembre de ese año se reunieron en el norte de Italia. El líder fascista – liberado por los nazis- instaló un gobierno títere del Tercer Reich. Era la República Social Italiana: la «República de Saló».
Derrotado, el 25 de abril de 1945 Mussolini huyó junto con su amante y funcionarios de su gobierno hacia la frontera suiza. Fueron capturados dos días más tarde por partisanos en la aldea de Dongo, a orillas del lago de Como. La tarde siguiente fueron fusilados.
Los cuerpos del tirano, de Clara Petacci, la amante de Mussolini, y los demás líderes fascistas fueron llevados hasta la Plaza de Loreto, en la cercana Milán. El 29 de abril fueron expuestos colgados de los pies.
Las imágenes de sus cadáveres colgando, desfigurados, tras haber sido atacados con violencia por una muchedumbre furiosa, dieron la vuelta al mundo. Se convirtieron en unas de las más emblemáticas de la derrota del fascismo.
El día después, en un búnker en Berlín, Hitler se quitaba la vida, anticipando el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa.