Una sola molécula hace que los depredadores se vuelvan locos por la sangre
Hay un componente molecular que hace que la sangre derramada de los mamíferos sea irresistible para las especies depredadoras: la E2D. Si bien los olores constituyen una amplia gama de señales químicas entre especies, los investigadores afirman que la E2D es la única esencia que provoca respuesta conductuales significativas en diferentes animales, ya que no solo atrae a los carnívoros, sino que hace huir a las presas.
Según Artin Arshamian, de la Universidad de Radboud, «este hallazgo es único ya que es la primera demostración de un solo indicio químico con la doble función de informar tanto a la presa como al depredador». Añade que «es importante destacar que es la primera señal química conocida que afecta a los animales y a los humanos por igual».
La E2D, conocida también como trans-4,5-epoxy-2-decenal (preferimos utilizar su acrónimo, sí) se forma cuando las grasas de la sangre se descomponen debido a la exposición al aire. Sin heridas abiertas no hay E2D.
La molécula fue identificada por primera vez en 2014, cuando fue aislada en la sangre de cerdo; luego probaron su «atractivo» olfativo con tres especies de perros salvajes y algunos tigres siberianos.
Los depredadores nunca tenían suficiente cuando olfateaban, lamían o mordían troncos untados con aroma a E2D. El equipo observó el mismo comportamiento en estos animales cuando se utilizó sangre real en los experimentos.
En esta nueva investigación, el equipo quería ver cuál era el efecto del E2D en los organismos más débiles. «Presumimos que las especies que suelen ser las presas estarían bajo presión evolutiva para volverse sensibles a la E2D», y así fue. Demostraron que la E2D hacía huir a las presas para «evitar un baño de sangre», según dicen los expertos.
Los humanos también somos sensibles. «La mayoría de personas con las que hemos probado E2D son sensibles a concentraciones de menos de una parte por billón; esto es poco común, ya que la mayoría de nosotros tenemos el umbral de detección en concentraciones de una parte por millón o, las más intensas, mil millones».
Nuestra sensibilidad al olor de la sangre viene, sin duda, de nuestros antepasados. El E2D era antiguamente una señal de amenaza, y según afirman los expertos, «los humanos somos depredadores oportunistas, y probablemente evolucionamos a partir de una especie presa, y algunos aspectos de este rasgo persisten».