Realmente el oxígeno es un veneno
En algún momento hace unos tres mil millones de años, la vida inventó la fotosíntesis. Cuando apenas había transcurrido doscientos millones de años, el aire se llenó de un terrible veneno. La agradable capa de nitrógeno, vapor de agua y dióxido de carbono que envolvía a la Tierra se contaminó de repente con un nocivo gas que posee el terrible don de descomponer las moléculas orgánicas complejas y causar estragos en el código genético. Hoy tendemos a pensar que este gas, el oxígeno, es algo más bien bueno; podemos funcionar sin comida durante seis semanas, o sin agua durante seis días, pero no duraríamos ni seis minutos sin que un suministro fresco de esta molécula reactiva corriera por nuestro cuerpo. Aun así, el oxígeno continúa siendo un veneno, algo de lo que mucha gente parece no darse cuenta. Si respiramos oxígeno puro durante un cierto tiempo, la garganta se nos irrita y las vías aéreas se nos inflaman a causa de lo que sería el equivalente gaseoso a una subida de azúcar. Por ello, los buzos o personas que se sumergen en las profundidades del mar con equipos de respiración artificial llevan en sus tanques oxigeno mezclado con mayores proporciones de nitrógeno.