Las orejas y la nariz no dejan de crecer
Desde que nacemos, los seres humanos desarrollamos las diferentes partes de nuestro cuerpo, que dejan de crecer al alcanzar la edad adulta y la completa madurez física. En el caso de las mujeres, el cese de crecimiento suele producirse a la edad de dieciocho años, mientras que en los hombres ocurre un par de años más tarde. A partir de ese estancamiento, no volvemos a ver crecer ninguna parte más de nuestro cuerpo, exceptuando el cabello, las uñas y, aunque algunos no se lo crean, la nariz y las orejas. En contrapartida, el envejecimiento provoca un encogimiento de la cara, debido al desuso de los músculos de la masticación, que suelen atrofiarse tras la pérdida de la dentadura.
Los tejidos cartilaginosos que componen la nariz y las orejas no dejan nunca de crecer. Solo el cartílago –que sostiene el tejido- seguiría creciendo muy lentamente, no todo el canal auditivo -compuesto además de cartílago por huesos-. Este fenómeno no sería más que un mecanismo de nuestra naturaleza para paliar los efectos de la pérdida auditiva y olfativa que se produce a medida que avanzamos en edad. Las orejas nos sirven para receptar las ondas sonoras y enviarlas al tímpano. De esta forma, cuanto mayor sea el tamaño, mayor capacidad de escucha se tendrá. Con la nariz ocurre algo parecido. El epitelio olfativo, situado en el interior de la nariz, es el encargado de captar el olfato, así que una nariz más grande podrá captar los olores con mayor facilidad.
Por otro lado, las uñas y el cabello tampoco dejan de crecer. Un mito totalmente falso, aseguraba que las uñas y el cabello continuaban creciendo incluso después de la muerte. Este hecho es simplemente imposible, pues, al no haber corriente sanguínea, no existe forma alguna de que las células se multipliquen.
De todos modos, no hay que preocuparse demasiado si se tienen las orejas o la nariz demasiado grandes a los treinta, pues el crecimiento es solo de unos 0,02 milímetros al año.